La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Dónde está el límite de la vergüenza?
Al producirse la capitulación de la Ishbiliya musulmana en 1248 ante las tropas de Fernando III, la actual plaza de las Mercedarias contenía una mezquita cerca del lugar ocupado hoy por el convento de salesas de la Visitación, la cual sería transformada en iglesia cristiana y conocida después como San Bartolomé el Viejo. Otra mezquita cercana, enclavada en la actual calle San Bartolomé, sería donada por Alfonso X para su uso como sinagoga a los judíos que regresaban tras el exilio sufrido por sus antepasados durante la dominación almohade, al igual que ocurriera con las mezquitas preexistentes en la actual iglesia Santa María la Blanca y en la plaza de Santa Cruz. Una vez levantada la cerca que separaba la judería del resto de la población hispalense, las tres sinagogas quedarían dentro de los límites del gueto y San Bartolomé el Viejo fuera de él.
Tras el asalto a sus muros y la matanza de judíos de 1391, la comunidad hebrea quedaría muy debilitada y se les arrebatarían dos sinagogas, manteniéndose solo la de San Bartolomé. Según documentación relevante, es muy probable que la primitiva iglesia San Bartolomé el Viejo fuera demolida a comienzos del siglo XV y, después de la expulsión de los judíos en 1492, la parroquia se trasladara a la contigua sinagoga, convirtiéndose ésta en San Bartolomé el Nuevo. La estructura eclesial de hoy en día procede de una reedificación de finales del siglo XVIII, con elevación importante de la techumbre, aunque conserva la traza basilical de la sinagoga sin puerta a los pies. Murillo formó parte de su feligresía y Miguel de Mañara sería bautizado en este templo, conservándose la originaria pila bautismal.
La olvidada plaza de las Mercedarias preserva mágicos ecos sefardíes y emana efluvios monacales de los dos cenobios que la rodean. La pequeña cruz de hierro que se levanta en ella es sólo un mínimo reflejo de la grandiosa de forja que presidía el lugar hasta 1840 y que se puede contemplar en el atrio de entrada a la iglesia de San Bartolomé, quizá procedente del cementerio parroquial de San Bartolomé el Viejo. Como resultado de una reforma integral del barrio dirigida por el arquitecto Javier Queraltó tres décadas atrás, las refulgentes losas amarillo-verdosas de Sierra Elvira tapizan la plazuela y armonizan con los espléndidos adoquines de Gerena y las maestras centrales de granito rojo de las vías adyacentes. Los arabizantes naranjos que arropan a un añoso brachichito y a jaboneros de la China -con sugerentes racimos de frutos poliédricos- terminan por conformar una de las plazoletas más dulces y recoletas de Sevilla...
"Ya no suenan melodías ni poemas,/ los laúdes y las flautas están rotas./.../ Surgieron insensatos que quebraron las arpas y las cítaras/ como cacharros de barro; en sauces las colgaron./ Se perdieron las liras, y a los que las oían/ les retumban en los oídos el ruido estrepitoso de los címbalos./ Quedáronse callados los poetas" (Asalto a la judería, Salomón de Piera, 1391).
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