Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Sevilla/Cuando el PP desembarcó en el Palacio de San Telmo tras casi cuarenta años continuados de gobiernos socialistas, Moreno se hizo una foto con las ventanas del despacho abiertas. A los pocos meses supimos del nuevo logo de la Administración autonómica. Se buscaba un cambio de imagen, un icono, una nueva marca para las sedes oficiales, los hospitales y toda esa ristra de oficinas que posee la mastodóntica estructura de la Junta de Andalucía. Haría bien el alcalde Sanz en buscar un símbolo oficial del cambio de gobierno de la ciudad. Algo bueno, bonito y barato. Hay uno que lo tiene muy cerca, sin necesidad de salir del Ayuntamiento: la recuperación de los muebles de caoba del Salón Colon, con su característica palillería, el forro de damasco y su inconfundible barniz noble.
Los muebles retirados en 2016 fueron adquiridos por el Ayuntamiento a comienzos de los años veinte del siglo pasado con motivo de la renovación de la Casa Consistorial que se llevó a cabo para la Exposición Iberoamericana de 1929. Los que hay desde entonces son de diseño funcional, suponen una agresión a la estética elegante y suntuosa de la estancia y, por supuesto, revela el escaso tacto que tuvieron sus responsables para con los valores histórico-artísticos de las dependencias más nobles de la ciudad junto con los salones del Real Alcázar. Bien haría el alcalde Sanz en recuperar la caoba después de poner los muebles en manos de algunos de los muchos y muy buenos restauradores que hay en la ciudad. Seguro que hay muchos centros cívicos, sedes de distrito y oficinas municipales donde se puede aprovechar con más tino el anodino mobiliario estilo Ikea. Es más propio del salón de actos del colegio de fisioterapeutas o como mostradores de recepción de tanatorio de provincias.
Como todo lo malo se contagia, el mismo estilo siguió poco tiempo después el Consejo de Cofradías, que ahora parece un hotel NH de los que no tienen bar pero sí una máquina de vending. Entras en la sede de San Gregorio y te dan ganas de preguntar si el desayuno está incluido. Qué mejor icono del cambio político que recuperar el mobiliario del 29 ahora que además nos encaminamos al centenario de aquella exposición que supuso el crecimiento de la ciudad hacia el Sur. Hemos destrozado la Palmera, pero podemos recuperar nada menos que las bancadas y sillones de los capitulares que sí están a la altura de la categoría de la ciudad. Sería un gesto para salir de la vulgarización. Una muestra de buen criterio. Y mucho más barato que un cambio de logo.
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