La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
SÁBADO de Gloria, como en la liturgia anterior, para un Sevilla que se fajó a lo largo y ancho de un partido que arrancó con un gol compartido por Sergio y Alderete. Eso ocurría cuando nadie había roto a sudar, que ni cinco minutos iban cuando el Sevilla encontraba oro en el primer lance de pelota parada. Todo empezaba de la mejor manera y aunque quedaba un mundo por delante, la cara del Sevilla daba para ponerse en lo mejor.
Había extrañado sobremanera la alineación del Getafe, sobre todo por esa decisión de prescindir de una referencia en ataque. Y que el todavía sevillista Óscar alternándose con Maksimovic fuese lo más adelantado de los locales se convertía en una buena noticia. Amarraba bien el Sevilla en la zona ancha, pero antes de la media hora empezaron a complicarse las cosas y a depender demasiado de Nyland para un final feliz, que hasta con la cara neutralizó el noruego algún tiro.
Y se metió el juego en un correcalles en el que también pudo pescar el Sevilla, pues se invalida un gol de Sergio por fuera de juego milimétrico e Isaac la rompe al palo con todo para él tras paradón de Soria al propio Sergio. Son momentos de incertidumbre y, desde luego, los más propios de un partido de Primera División. Todo lo contrario es lo que ocurre en la continuación, aunque el Sevilla se siente a gusto atrincherado ante un Nyland que volverá a ser providencial.
Sólo en el largo alargue de ocho minutos pasa apuros el Sevilla, que sufre ante las roscas de Greenwod al corazón del área, pero el tiempo transcurre sin sangre y el Sevilla sale del Coliseum con el alborozo de la tranquilidad que da ver cómo no le recortó puntos ese Cádiz que marca la zona innombrable. Iba el Sevilla a un Sábado Santo inquietante en el centro geográfico de la Península Ibérica y vuelve con esa fecha convertida en Sábado de Gloria, como antiguamente.
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