¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
LA coalición que integra el Gobierno de España está rota, aunque formalmente ambos socios tengan intereses meramente partidarios para mantenerla de forma artificial el tiempo que estimen oportuno. El error mayúsculo de no corregir de inmediato la nefasta ley del sólo sí es sí ha llevado al Ejecutivo a la situación de inestabilidad y enconamiento que se representó con claridad el martes durante el pleno del Congreso de los Diputados.
La minoría de Unidas Podemos se ha empecinado en mantener un texto legal que ha provocado ya más de setecientas reducciones de condena y más de 70 excarcelaciones de delincuentes sexuales condenados en firme. Y la mayoría del PSOE no supo ni quiso poner freno a este desatino hasta que ha comprobado el coste social y político, medido en expectativas electorales, que tiene permitir que haya dos gobiernos en vez de uno, y que no se hiciese caso cuando se aprobó la ley a las advertencias de que esto sucedería del Consejo General del Poder Judicial o de relevantes ministros como la ex vicepresidenta Carmen Calvo o Juan Carlos Campo, entonces titular de Justicia.
Los duros reproches que se dedicaron los socios de Gobierno en la tribuna de la Cámara Baja fueron la perfecta escenificación de que el Ejecutivo es un zombi: está muerto pero se mantiene en pie. Y el desencuentro es prácticamente transversal en todas las materias de la gobernabilidad.
El esperpento parlamentario de que cada partido de la coalición votase en un sentido y que la propuesta socialista de reforma saliese adelante sólo porque la apoyó el PP habla por sí solo. (No suscribo que los populares errasen al votar con el PSOE. Porque el electorado no le perdonaría a Alberto Núñez Feijóo que siguiese criticando que el Gobierno haya permitido beneficios penales a violadores sin hacer nada para corregirlo cuanto antes, aunque el daño ya esté hecho).
Pedro Sánchez, el responsable último de todo este fracaso, probablemente está midiendo si le conviene escenificar una ruptura, con la salida de Unidas Podemos del Gobierno, y cuándo hacerlo. Si es que lo hace.
Un político tan soberbio como él está desencajado, incrédulo de que la mayoría social española le rechace tan contundentemente frente a la alta estima que él y su círculo adulador tienen de su presidencia. Que no diese la cara el martes en el Congreso para votar su propia reforma demuestra cuán lejos está de lo que la situación demanda. Su apelación a la foto de hace años de Feijóo define su desesperación absoluta.
Por ahora, Sánchez quiere mantener la coalición zombi todo lo que pueda, para asegurar que no pone en riesgo lo único que de verdad a él le importa, mantenerse en la Moncloa en el segundo semestre del año para poder presidir la Unión Europea.
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