Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
Contrapunto
Son muchas las actividades económicas que tienen como cliente a "lo cofradiero". Pero qué pasa con los compositores de la música que ha de sonar en nuestras procesiones. Las grandes marchas procesionales han sido compuestas por profesionales de la música o por quienes quieren llegar a serlo. ¿Saben cuánta inversión económica y esfuerzo hay tras una carrera de música? Tras una composición hay miles de horas de estudio, desplazamientos nacionales e internacionales, clases, matrículas, instrumentos musicales y, además, talento. Cuando suena la música ha de cobrar el compositor aunque no se cobre entrada al público. Cuando sale un paso ya cobraron orfebres, bordadores, etcétera, aunque no se cobre entrada. Cuando vamos a misa ya cobraron carpinteros, pintores, albañiles, electricistas y arquitectos que restauraron el templo, aunque no se cobre entrada.
Si alguien quiere regalar una marcha a una hermandad debería hacerlo cediendo mediante documento sus derechos de autor. Pero si un compositor no ha regalado sus derechos de autor sobre una composición nadie debe robarle su dinero. Ese dinero es el sustento económico de su familia.
Algunos compositores sí cobran. Son aquellos afortunados que reciben un encargo. Cobran por dedicar la marcha a una hermandad y siguen al mismo tiempo manteniendo los derechos de autor sobre su composición. Esos cobros deberían ser declarados a Hacienda. En estos casos el pago de dicho encargo hay que entenderlo como una ayuda a la producción artística. Probablemente será lo único que cobren, pues el resto de sus derechos de autor le seguirán siendo hurtados. A los compositores se les puede pagar de muchas maneras: por las partituras, mediante un canon, etcétera. Otro problema añadido, pero posterior, será el funcionamiento interno de la SGAE.
Quizás algún día todo esté en orden, por ahora no.
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