Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
El Rey pisa la raya de picadores, se adelanta a la Nochebuena y pronuncia el discurso que mejor puede de acuerdo con sus funciones, tan precisas como limitadas. Felipe VI defiende la Constitución, el período de alianzas políticas que la hizo posible y la aleja de cualquier enfoque propenso a la nostalgia. Hasta hizo ayer una alusión a los grupos políticos que participaron en el turno de consultas, una forma de destacar a quienes sostienen a Sánchez como presidente del Gobierno, pero no se presentaron en su momento en la Zarzuela cuando el jefe del Estado tenía que proponer un candidato a la presidencia. Ni en tiempos del avieso Idígoras, portavoz de Herri Batasuna, se producían semejantes descortesías, por calificarlas con suavidad. No estuvo nada mal el discurso de Felipe VI en el solemne acto de inauguración de la XV Legislatura en las Cortes.
Doce minutos habló el monarca. Quemó el cartucho de la Nochebuena. Poco más podrá proclamar la noche del 24 salvo reiterar el mensaje en favor de la unidad, la concordia y la reivindicación de la España nacida en 1978. Quienes exigen al rey que se meta en un berenjenal deberían leerse bien las funciones del jefe del Estado y la alocución de ayer. No puede ni debe decir más en sus tareas de arbitraje y moderación. Y lo ha dicho todo al mismo tiempo. En momentos delicados convienen pronunciamientos contundentes. Pero nunca sacar los pies del tiesto, extralimitarse o abonarse a actitudes cerriles. Demasiado llevamos visto y sufrido en la política española en los últimos meses: gobernantes que acuden al extranjero a legitimar a delincuentes prófugos, jueces y fiscales que entran y salen de la política, líderes de la oposición que abandonan el hemiciclo para manifestarse ante las sedes del partido rival, gente dispuesta a justificar lo injustificable con tal de mantenerse en la poltrona, etcétera. El Rey es hoy una garantía de estabilidad, moderación, mesura y saber estar. La Monarquía es lo mejor que tiene la España de hoy, máxime con una política secuestrada por partidos entregados más que nunca al tacticismo y al objetivo de perpetuarse en el poder por el poder. Apreciamos pocos debates sobre las ideas, muchos sobre las personas que ocupan los puestos y, sobre todo, demasiados basados en las estrategias de laminación del rival. Que alguien hable ayer en las Cortes como habló el Rey es justo y saludable. Es un soplo de cordura en la tempestad de grillos que sufrimos. Había que saber oír. Ya es Navidad en la Casa Real. Ha habido que adelantarla.
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