Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
PASA LA VIDA
JUAN Martínez Barea es un profesor arraigado en la escuela de negocios del Instituto San Telmo. Abandera el estudio del desarrollo de Irlanda y de Finlandia para que en Andalucía reduzcamos con zancadas de Usain Bolt y no con las de Chiquito de la Calzada el diferencial de renta y desempleo que padecemos más años que la deuda histórica. Reivindica que los quinceañeros de nuestros barrios hablen y escriban perfectamente en inglés, tengan sólidos conocimientos humanísticos, técnicos y científicos, y pierdan el miedo a ser empresarios de lo que aún no existe. Corre prisa finlandizarse. Y los obstáculos son muchos.
Las promociones de directivos y empresarios que pasan por los centros de formación como los que bien conoce Martínez Barea distan mucho de aplicar en sus ámbitos de trabajo el espíritu finlandés de la innovación. La mejor tecnología sigue siendo el enchufe.
En los gobiernos locales, provinciales y autonómicos escasean los profesionales de talento que tienen en vena los códigos de la sociedad digital. Ese no es el retrato robot de nuestros dirigentes. Y se supone que debería ser la generación política mejor preparada de nuestra historia.
Hoy aparece en nuestras páginas un ejemplo de los jóvenes que nos hacen falta para finlandizarnos sin dejar de ser sevillanos. Daniel López Ridruejo, gracias a dinamarquizarse como Erasmus, es un universitario que, de por puro impulso creativo, se convierte en empresario on line que exporta conocimiento sin fronteras. El fundador de BitRock no se conformó con ser uno de tantos sevillanos conformistas que, en lugar de crear puestos de trabajo, sólo saben calentar el suyo.
El camino más rápido para la finlandización es enviar a las mejores universidades extranjeras a todos los quinceañeros sevillanos de expediente brillante. De esta crisis no nos van a sacar. Pero sí de la siguiente, y mucho antes de tanta tontería, adocenamiento y pasteleo como impera en la ciudad.
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