Republicanos

Confabulario

05 de agosto 2020 - 11:32

LOS republicanos españoles andan de enhorabuena. Tanto el republicanismo naïf de Pi y Margall y Pablo Iglesias Posse, como el racismo lírico de PNV y ERC, se lamentan, no sin razones, de la posible monetización de la Corona en los días del Rey emérito. También el republicanismo jacobino tiene motivos para el contento: el ardoroso latrocinio de la familia Pujol (el confesado y el presunto), así como la inagotable voracidad euskaldún respecto de las arcas comunes, no invitan a favorecer la España autonómica, y sí aquel jacobinismo machadiano que don Antonio resumía espléndidamente, por boca de Juan de Mairena: un español andalucista en "un español de segunda y un andaluz de tercera". Subrayando que, en el caso que hoy nos ocupa, el señor Pujol acaso no llegue a catalán de cuarta categoría. Pero sí, indudablemente, a catalanista de primer orden.

Establezcamos, aun así, ya que estamos entre honorables repúblicos, cierta prevalencia, cierto matiz entre unos republicanos y otros. Digamos que el republicano federal a lo Pi y Margall tiene sólidos motivos para la queja, puesto que el antiguo jefe del Estado se ha mostrado "demasiado humano" -presuntamente, como es obvio- en el cobro de comisiones a los países árabes, a cuenta de la promoción de empresas españolas. De igual modo, el repúblico jacobino no considerará tolerable que el señor Pujol, so capa del catalanismo, se haya agenciado unos ahorros (presuntamente, insisto), al tiempo y a la vez que iba asentando su poder sobre una sociedad asediada por un discurso xenófobo. A esto cabría añadirle, a título de anécdota menor, que don Juan Carlos I es el principal instigador de la democracia en España, mientras que don Jordi es el artífice de la calculada división de la sociedad catalana entre catalanes fetén y charnegos sin derecho a roce; o dicho de otro modo, entre "bestias con forma humana" y la noble raza catalaúmnica, en simpática expresión del muy republicano don Quim Torra.

De todo lo cual se deduce que los viejos repúblicos a lo Pi y Margall encontrarán su melancólico triunfo en el repudio del viejo Rey de España, mientras que los republicanos jacobinos aún habrán de tolerar a don Jordi Pujol convertido en padre de la patria, como antes ocurrió con don Luis Companys, cuyos crímenes denunció Azaña infructuosamente, y antes aún con el más escalofriante racista que ha conocido el país: don Sabino Arana Goiri, cuyo monumento ningún joven republicano y antirracista se atrevería a derruir, so pena, claro, de verse reputado de fascista.

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