Monticello
Víctor J. Vázquez
No es 1978, es 2011
EL título del presente artículo nos puede hacer creer que el edificio civil más antiguo de nuestra ciudad, tras el Alcázar, se encuentra perdido, ruinoso u olvidado. Nada más lejos de la realidad. No puede considerarse perdido ni ignorado cuando su silueta se alza orgullosa y perfectamente perceptible, no sólo desde el entorno de San Lorenzo, sino desde puntos más alejados de la ciudad histórica. Tampoco su estado es ruinoso porque la fortaleza de su construcción no presenta más daños que los derivados de la falta de atención y la desidia de su propietario. Ni mucho menos está olvidado por los sevillanos que reiteradamente reclaman su recuperación y puesta en valor. Para definir su estado actual basta una sola palabra: inaccesible. Esto es, no podemos llegar hasta ella. El objetivo de estas líneas no es otro que aportar datos y sugerir alternativas que, sin requerir grandes esfuerzos ni precisar cuantiosas inversiones, permitan solucionar en breve plazo su conservación y, sobre todo, posibilitar su accesibilidad y el disfrute ciudadano.
Lo primero que hay que dejar claro es que la torre no precisa obra de rehabilitación alguna. La construcción es sólida, no presenta problemas estructurales y fue convenientemente restaurada no hace demasiados años. No obstante, su no utilización y el abandono de su cuidado propició la ruptura de algunas ventanas y la invasión de su interior por una numerosa y dañina colonia de palomas que ha inundado todo el recinto de la nociva palomina que tan mala imagen genera. Su acondicionamiento para ser visitada requeriría, por tanto, poco más que la reposición de las carpinterías dañadas, el repaso de las instalaciones y la limpieza general del interior; reparaciones todas ellas perfectamente asumibles por los correspondientes servicios municipales. Igualmente se podrían recuperar los jardines que la rodean. Pero analicemos ahora el principal problema que nos impide el uso y puesta en valor del monumento: su accesibilidad.
Desde el siglo XIII en que el palacio del infante don Fadrique fuera entregado a la comunidad religiosa de clausura que lo ha ocupado hasta nuestros días, la torre no pudo visitarse más que por muy contados viajeros o estudiosos. La contradicción entre su evidencia exterior y la imposibilidad de su acceso la envolvió durante mucho tiempo en un halo de misterio que ha facilitado la existencia de numerosas leyendas al respecto. No será hasta 1920 en que pueda al fin visitarse, al adquirir el Ayuntamiento el compás conventual, la torre con sus jardines inmediatos y buena parte de los dormitorios bajo y alto del monasterio para instalar en ellos el Museo Arqueológico Municipal. La entrada a este museo se realizaba a través del compás hasta los jardines de la torre, mediante un pasaje que, poco después, fue significado con la portada tardogótica del antiguo colegio de Maese Rodrigo Fernández de Santaella. El museo se trasladó a la Plaza de América en 1942, pero el acceso a la torre se mantuvo.
En los primeros años del presente siglo se produjeron varios hundimientos espontáneos en las distintas edificaciones que rodean el compás: por aluminosis en las más modernas situadas al sur, y por termitas en la vivienda del capellán y en la sacristía, edificios éstos que flanquean el pasaje de acceso a los jardines, por lo que era presumible que éste también estuviera afectado y que también pudieran producirse desprendimientos. Por ello se desaconsejó el paso.
La rehabilitación y reconstrucción de todos estos espacios (compás con sus edificios, pasaje, torre y jardines) estaba prevista en la Segunda Fase de rehabilitación del Convento de Santa Clara, cuyo proyecto fue redactado por los mismos técnicos municipales autores de la Primera Fase de rehabilitación, Carmen Hernández Rey, Fernando Sánchez Navarrete, arquitectos, el arquitecto técnico Gonzalo Sánchez Caballos, junto con el arquitecto que firma estas líneas y quedó finalizado en mayo de 2007 a falta de una dotación presupuestaria que, desafortunadamente, aún se espera. Mientras tanto la torre continúa sin acceso alguno. Y ello resulta aún más ilógico cuando, precisamente, ésta se encuentra rodeada por varias fincas de propiedad municipal desde las que sería muy fácil acceder. Analicemos cada una de ellas y sus posibilidades para permitir llegar a nuestro objetivo.
La primera posibilidad es a través del propio convento. Desecharíamos el acceso a través del compás por la duración y el coste de la inversión de la 2ª fase indicada, salvo que se hiciera en plan "abierto por obras", pasando el visitante entre puntales y vallas. La otra opción sería desde el propio patio conventual, por una puerta existente en su costado norte muy próxima a la escalera y que, tras una mínima estancia, se abre al jardín de levante del convento, medianero con el antiguo Conservatorio y, desde allí se pasaría al jardín de la torre. Este acceso permitiría conocer una parte inédita del convento, como las llamadas "viviendas de particulares" levantadas tras la Desamortización, así como el ábside de la iglesia. Para ello solo se requeriría el adecentamiento de estos espacios. Otra posibilidad es accediendo por el edificio del antiguo Conservatorio (que originariamente fueron dormitorios conventuales y que aún nos muestran, y muy bien conservados por cierto, los magníficos artesonados con sus canes antropomórficos). Para ello sería precisa solamente la apertura de los huecos necesarios en el muro de separación entre el patio del conservatorio y el jardín de levante. O mejor aún, la total eliminación de este muro, integrando patio y jardín en un único espacio libre ajardinado. No terminan aquí las propiedades municipales perimetrales ni sus posibilidades de comunicación. Las naves que conforman la esquina entre las calles Becas y Lumbreras, que antaño se utilizaran como cocheras, y que pasaron recientemente a propiedad municipal, comparten sus medianeras con los jardines de la torre por lo que la comunicación sería fácil e inmediata. Necesitaría habilitarse un acceso provisional por este espacio a la espera de su transformación en su uso definitivo.
Para el final de este recorrido hemos reservado el que creemos es el emplazamiento ideal para un acceso digno, amplio y adecuado al uso pretendido. Se trata de la Nave Singer, magnífico edificio modernista salvado de la piqueta, adquirido y rehabilitado por las primeras corporaciones democráticas de la ciudad. Su medianera trasera constituye el fondo de perspectiva de los jardines y la torre. Practicar unos huecos de paso en ella nos llevaría directamente a la puerta de la torre. El coste sería prácticamente nulo pues el edificio industrial está completamente rehabilitado y en uso, con toda clase de dotaciones y servicios, y esta nueva función de servir de acceso a la torre y sus jardines podría ser perfectamente compatible con las actividades que en él se desarrollen. Difícilmente se podrá encontrar una solución más brillante y menos costosa para mostrar uno de los monumentos más significativos de nuestra ciudad. Contribuir con estos apuntes y sugerencias a enriquecer un debate sobre nuestro patrimonio histórico y arquitectónico y su, imprescindible, conocimiento, uso y disfrute ciudadano es el objetivo único que impulsan estas líneas.
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