La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Juanma apunta a un verdadero problemón
Las claves
EN Bruselas la mayoría de los dignatarios europeos se acercaron a Rajoy para preguntarle por el futuro Gobierno, cómo iban las negociaciones, qué perspectivas tenía para continuar siendo presidente.
En su conversación privada con Cameron no hablaban del Brexit, que era la cuestión a debatir por los jefes europeos, sino de España. Rajoy le trasladó al premier británico su sensación de que nadie iba a alcanzar la mayoría necesaria para formar Gobierno, que se repetirían las elecciones el 26 de junio y resumió la situación en tres palabras: "Un lío enorme".
Lo es, como saben todos desde el 20 de diciembre, noche que confirmó los peores pronósticos: un Parlamento atomizado que obligaba a que cualquier Gobierno estuviera respaldado al menos por tres partidos. Y el lío es mayor aún porque en España no existen tres partidos con unas mínimas coincidencias para un programa y que sumen los escaños suficientes para la mayoría absoluta que se necesita en la primera sesión de investidura o una mayoría simple en la segunda.
Rajoy ni siquiera lo intentó porque como al parecer le dijo al Rey en su primera ronda de conversaciones, entonces él no podía sumar más de 130 votos en el caso de que algunos partidos regionales le dieran su apoyo, mientras que el PSOE podía alcanzar hasta 160 si los socialistas llegaban a acuerdos con Podemos y con partidos independentistas.
En el secreto del sumario está si al Rey le pareció responsable su rechazo a la invitación -que no la propuesta, pues don Felipe no se la trasladó al presidente de las Cortes- o si se sintió incómodo por la decisión del presidente en funciones. Se han publicado noticias que afirman que el Rey está molesto con Rajoy, e incluso que el presidente le sugirió que aplazara por un tiempo la entrevista con Patxi López, pues la Constitución no marca el plazo para que el Jefe del Estado traslade su propuesta al presidente del Congreso. Ni la Casa Real ni Presidencia confirman ni desmienten los términos de lo que ocurrió en las dos reuniones, aunque en círculos socialistas aseguran que don Felipe no se siente muy de acuerdo con la decisión de Rajoy. Sin embargo, no es ésa la cuestión que inquieta a los españoles, sino cuándo habrá Gobierno y de qué partido va a ser el próximo presidente.
En Ferraz no disimulan su desconcierto ante las declaraciones del vicesecretario general de Ciudadanos (C's), José Manuel Villegas, cuando dijo tras una nueva ronda con el PSOE que no había acuerdo todavía y que C's no había decidido si mantenía su posición negativa a Sánchez o se inclinaba por la abstención. En el entorno de éste se quedaron a cuadros: estaban convencidos de que al menos contaban con su abstención. Y llevaban días peleando para que la abstención se convirtiera en apoyo. Para ese respaldo estaban dispuestos a luchar hasta el final.
Pero se encontraban con que el partido de Rivera volvía a su posición de siempre: su apoyo se traduciría en la abstención. No más. No quieren casarse con nadie. Sólo en el Gobierno regional de Madrid dieron su voto a Cifuentes para que no mandara Podemos.
El equipo socialista, presidido por Antonio Hernando, piensa que hay margen para luchar por la abstención de Ciudadanos, pero así no se convierte Sánchez en presidente, a no ser que cuente con el voto expreso de Podemos y de alguno de los partidos menores... pero si al socialista lo vota Podemos, puede suceder que C's se exprese en contra del PSOE para impedir que los morados formen parte del Gobierno. Un lío enorme que preocupa a los socialistas, como confiesa un colaborador de Sánchez, que añade que a pesar de esa inquietud van a dedicar a la negociación con C's y con Podemos cada uno de los minutos que faltan para el 2 de marzo.
Se encuentran con el escollo conocido, que Podemos no ha respondido a sus requerimientos. Iglesias y su guardia pretoriana -Errejón, Bescansa, Montero- dicen que su propuesta es pública, escrita en casi un centenar de folios, más las exigencias de la Vicepresidencia y las más importantes carteras ministeriales. Sólo han renunciado a una, un departamento gubernamental que coordinara los nombramientos de jueces y fiscales, a los que se pediría lealtad al Gobierno. Lo demás lo mantienen. Ha aparecido un "hombre bueno", un mediador, Alberto Garzón, con buena sintonía con Iglesias y con Sánchez. Pero sus buenas intenciones se devalúan por su importancia parlamentaria: dos escaños.
En el PP, Rajoy está a la espera. Si Sánchez fracasa, dará el paso para que el Rey lo proponga, pero es consciente de que la corrupción de su partido es un elemento letal para sus posibilidades. Defiende su honradez y la de la mayoría de su gente, pero el goteo de noticias que afectan a algunos políticos del PP no hacen creíble que se trate de un partido limpio.
Sólo tendría alguna credibilidad, se dijo en la última Ejecutiva, si fuera el propio PP el que tuviera conocimiento de casos de corrupción en el partido y los denunciara ante los jueces. Pero no es fácil que ocurra: no cuentan con medios de investigación suficientes porque las propias personas implicadas, si las hubiera, tratarían de bloquear los avances, y además la UDEF y la UCO llevan mucho tiempo de delantera y cuentan con documentación exhaustiva sobre las cuentas del partido. Pero en eso están. Y temblando por lo que pueda surgir en Madrid y en Valencia.
La dimisión de Aguirre y la sustitución por Cifuentes piensan que ha permitido transmitir el mensaje de que se apuesta por una persona que nunca ha tenido relación con casos que han puesto en entredicho la imagen del partido, pero temen qué puede salir del escrutinio de las cuentas del Canal de Isabel II, desde donde supuestamente salió dinero para financiar ilegalmente el partido. A la dirección nacional le inquieta que el secretario general del PP de Madrid, el ex presidente del Gobierno autonómico Ignacio González, haya dimitido hace un mes sin que Aguirre comunicara esa dimisión. Así que Rajoy, el del lío enorme para formar Gobierno, tiene otro añadido: la corrupción puede convertirse en el argumento de Sánchez si es presionado para abstenerse ante una supuesta sesión de investidura de Rajoy.
¿Y C's? ¿Apoyaría a Rajoy? En el equipo del presidente en funciones la respuesta es casi inmediata: sería bienvenido el respaldo y además Rajoy respeta a Rivera. Pero para el PP el apoyo de C's no supone conseguir o no el Gobierno, como le ocurre a Sánchez si no logra que Iglesias se avenga a renunciar a unas exigencias que no serían aprobadas por el Comité Federal socialista. No es una cuestión de ideología, sino de matemáticas. Sánchez necesita como el comer los 40 votos de C's si quiere ganar la investidura sin Podemos.
Es comprensible que Rajoy piense que la salida a esta situación endiablada son unas nuevas elecciones. Lo que ocurre es que, a lo peor, no solucionan nada. Salvo que se produzca algo que cambiaría sustancialmente la situación: que en unas supuestas nuevas elecciones, tanto el PP como el PSOE presentaran a candidatos que no provoquen tanto rechazo como Rajoy y Sánchez. Pero tanto en Génova como en Ferraz, mentar esa posibilidad es mentar la bicha.
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