Monticello
Víctor J. Vázquez
No es 1978, es 2011
Crónica personal
REAPARECIÓ Sánchez, con un tuit de anuncio de llegada y una declaración mínima con la que mantener el misterio -y el morbo- en torno a su figura: votará no a la investidura de Rajoy hoy... y no aclaró si lo haría el sábado.
El ex secretario general del PSOE sabe cómo acaparar la atención y lo hizo incluso en el debate. Que se mantenga ese interés en los próximos meses es una incógnita, pero si no acude a la sesión del sábado y deja solos a quienes todavía le son leales y con su no a Rajoy arriesgan su futuro político, habrá puesto punto final a su carrera. Sánchez pretendía que fuera su tarde, pero era la de Rajoy. El candidato no quería que su discurso sonara a déjà vu, así que se remitió al diario de sesiones y apenas esbozó las prioridades: la número uno, la creación de empleo, añadiendo la revisión de las pensiones, el pacto para la educación, el mantenimiento del estado del bienestar, la lucha contra la corrupción... Propuestas conocidas, como su posición sobre el independentismo catalán o la lucha contra el terrorismo yihadista.
Hizo un guiño a ciudadanos y a un Rivera que lleva un tiempo desdibujado, a quien agradeció su apoyo. Rajoy se refirió a la necesidad de que los españoles cuenten con un Gobierno "estable, duradero, sólido y tranquilizador".
Se seguían con más atención los gestos en las filas socialistas que el discurso, amén de algún comentario sobre la actitud de Podemos, que tras su etapa supuestamente socialdemócrata se ha quitado la careta para aparecer como un partido antisistema. Pablo Iglesias se comportaba con su habitual endiosamiento. El sábado tendrá que demostrar si respeta o no el Parlamento.
En cuanto a los socialistas, se advertía a la legua la ruptura, el desgarro, las miradas de reojo hacia los empecinados en el no, las especulaciones sobre el castigo a los que no acaten la decisión del Comité Federal. En este debate de cuatro días, el PP se juega el Gobierno. Y el PSOE, su supervivencia.
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