La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
La ciudad y los días
HAY quienes sostienen que el pregón de la Semana Santa lo debe pronunciar un escritor de mérito reconocido, aunque no conozca la ciudad ni su Semana Santa. Y ponen como ejemplo el pregón taurino. Olvidan que una buena faena lo es aquí, en Madrid, en Pamplona o en México. Por eso un gran escritor aficionado a los toros puede pronunciar el pregón taurino de Sevilla como si, aunque sea francés, inglés, vasco, peruano o hasta filósofo, se hubiera pasado la vida entre Ventura y la Maestranza. Al pregón taurino le basta llamarse así. Pero el pregón de la Semana Santa debe añadir necesariamente "de Sevilla". Porque cada Semana Santa es distinta y, sobre todo, se vive de forma distinta. Por eso sólo desde un íntimo conocimiento, desde una larga memoria y desde una honda vivencia se puede ser un buen pregonero de la Semana Santa de Sevilla. Lo de la fama o el mérito literario es importante, pero secundario frente al conocimiento, la memoria y la vivencia que contagian la emoción.
Romero Murube, Javierre, Burgos o Caro Romero aparte, algunos de los mejores pregones han sido pronunciados por quienes no tenían por oficio la escritura o eran escritores reconocidos. Por citar los que para mí son tres clásicos: Rodríguez Buzón tenía un comercio en la calle Sagasta, Manuel Navarro Palacios es abogado del Estado y José María Rubio es médico. Pero los siete habían vivido lo que hay que vivir y sentido lo que hay que sentir para decir, no sólo un buen pregón, sino hasta el considerado mejor, caso de Rodríguez Buzón, el único cuyos versos cumplen lo que Manuel Machado exigía a la copla: "Hasta que el pueblo las canta, la coplas, coplas no son".
Y no olvidemos lo más importante. Para escribir un pregón que no tome en vano el nombre de Dios y reduzca a carnaval la Semana Santa hay que sentir el peso de la cruz que abruma, pero no vence, al Gran Poder; hay que haber aprendido a golpe de adioses que aquellos a quienes creíamos haber perdido nos miran a través de los ojos de la Macarena; hay que haber rezado ante un azulejo en una noche oscura del alma y de la vida como Pepe el Planeta rezaba al Señor de la Salud ante la puerta cerrada de San Nicolás. Por saber de estas cosas, y no sólo porque sea letrista, compositor y cantante, Rafael González Serna dirá, no un pregón, sino su pregón y el de Sevilla. Y esto es siempre lo más importante. Lo vivido. Lo sentido. Lo llorado. Lo rezado.
También te puede interesar
Lo último
La ventana
Luis Carlos Peris
Sicab sigue pudiendo con el tiempo
Tribuna Económica
Carmen Pérez
Un bitcoin institucionalizado
El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
Editorial
Nuevo gobierno europeo