Quiebra

Algo se ha hecho muy mal para que las sociedades europeas se fracturen de esta manera

18 de junio 2024 - 00:00

No somos de los que miran a su alrededor y ven fascistas por todas partes, o sea de los que en España califican de tales a cualquiera que no asuma los cambiantes postulados del partido socialista de las nacionalidades periféricas, con sorprendente licencia para dispensar patentes de progresismo incluso a los caciques más reaccionarios, pero tampoco estamos ciegos para no ver que en todo el mundo prenden los discursos en los que la reclamación de los valores supuestamente tradicionales –hacer lo que sea grande de nuevo– y el llamado a la soberanía identitaria se acompañan de alarmantes dosis de xenofobia. Por ceñirnos al continente, el inquietante auge del nacional populismo, etiqueta imprecisa y quizá insuficiente para definir una constelación en la que se mezclan las derechas llamadas radicales o alternativas, las facciones neoconservadoras o neoliberales y la ultraderecha de toda la vida –la derecha de la derecha, si usamos el púdico eufemismo con el que se autodesigna la ultraizquierda– ofrece en Alemania un reflejo particularmente significativo, puesto que tiene su principal arraigo en los estados de la extinta RDA donde muchos de los antiguos vasallos de la URSS, desengañados con una reunificación que no se ha resuelto como esperaban, declaran su nostalgia de los buenos tiempos de la tiranía. Por lo que dicen los analistas, la mayoría de sus votantes son demasiado jóvenes para recordar esos tiempos –no habían nacido o eran niños cuando cayó el muro de Berlín– y quedan pocos de los que conocieron de primera mano los años aciagos del nazismo, pero la experiencia histórica de dos dictaduras seguidas –la misma, ya sabemos, en el caso de Rusia– ha hecho mella en una población que no siente especial apego por los beneficios y procedimientos de la democracia y está por lo tanto más expuesta a los predicadores incendiarios. No extraña que esos alemanes de pura cepa, en los que a poco que se rasque reaparece la vieja consigna de la Sangre y el Suelo, pidan la salida del país de la Unión Europea y un acercamiento al régimen de Putin, cuyo modelo autoritario es fuente de inspiración para todo lo malo de cada casa, pero si atendemos a lo que dicen sobre los mismos asuntos los que llaman a combatir la marea parda, por ejemplo en Francia, con la formación de los recuperados frentes populares, vemos que también entre sus filas cunden el euroescepticismo y una calculada ambigüedad respecto a las ambiciones expansionistas del déspota ruso. Todos los escenarios son complejos y no cabe generalizar en cuestiones tan graves, pero es evidente que algo se ha hecho muy mal para que las sociedades europeas se fracturen de esta manera.

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