La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Dónde está el límite de la vergüenza?
Los psicólogos que estudian las situaciones de máximo estrés emocional saben que la reacción de cualquier persona ante un suceso brutal e inesperado -una muerte repentina, una catástrofe natural, una guerra que nadie había visto venir- consiste en negarse a aceptar la realidad y en rechazar todo lo que suceda ante sus propios ojos. Me temo que estamos viviendo ese momento: no nos atrevemos a reconocer la fatídica situación a la que nos enfrentamos y fingimos creer que todo sigue siendo igual que antes. En este sentido, resulta patético ver la clase de bromas que se gasta la gente en Twitter, del mismo modo que resulta terrorífico comprobar cómo está proliferando el odio que se ha apoderado de la gente confinada y asustada y aburrida. ¿Qué vamos a hacer con todo ese odio acumulado -y que nadie quiere ver en sí mismo, aunque no pare de detectarlo en sus adversarios ideológicos- cuando tengamos que enfrentarnos a unos índices de desempleo del 30 o el 40% de la población, sin apenas población activa que pueda proporcionar ingresos al Estado? ¿Qué haremos cuando nos recuerden que nuestro país ya debe un billón -un billón, con doce ceros seguidos- que nadie sabe cómo ni cuándo vamos a poder pagar? ¿Y de dónde van a salir los ingresos para el tan prometido "escudo social" que nos va a rescatar del cataclismo? ¿Quién va a aportar el dinero? Normalmente, los ilusos suelen creer que basta con poner un impuesto muy elevado a los ricos para que el dinero empiece a caer del cielo, pero eso no es verdad. Primero, porque los ricos son ricos justamente porque tienen su dinero a buen recaudo. Y segundo, porque harían falta muchos millones de ricos para sacarnos de la hecatombe social que se avecina. Y esos ricos, desengañémonos, no existen ni en los sueños más húmedos de los anticapitalistas que creen que todo se arregla con un huerto urbano y un robot solar.
Y lo peor de todo, ¿cómo vamos a enfrentarnos a esta desoladora realidad cuando llevamos décadas acostumbrados a creer que basta con ponerse una camiseta para que automáticamente se solucionen todos los problemas? ¿Y cómo haremos para hacerle entender a la población que la realidad actual es la más negra que hemos conocido en nuestras vidas? Pues bien, si queremos una respuesta, lo único que tenemos a mano es nuestra nueva guía moral y económica: Sábado Deluxe.
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