Principio de incertidumbre

El señor Puigdemont sigue con su proyecto de construir una Cataluña catalana, libre de razas inferiores

12 de junio 2024 - 01:00

El principio de incertidumbre de Heisenber nos dice, sumariamente, que no se pueden fijar, a un tiempo, la posición y la velocidad de una partícula atómica. Esto es, que ambas magnitudes solo pueden precisarse alternativamente. No deja de ser curioso que, cuando se formula dicho principio, en 1927, un fenómeno similar estuviera socavando la democracia liberal en Europa. La oscilación, como magnitudes alternas, entre las libertades civiles y una inclinación a la seguridad, a las soluciones autoritarias, que ya se habían adoptado en la Rusia comunista y que triunfarían, en breve, con el fascismo italiano y el nacional-socialismo alemán. La naturaleza de este fenómeno la definirá Fromm, en 1941, como El miedo a la libertad; siendo lo cierto que dicho temor es hijo, como hoy vuelve a ocurrir, de un mundo amenazador, vertiginoso y aflictivo.

A la sensación de inseguridad de aquellos años sin duda contribuyeron novedades como las ofrecidas por Freud, Einstein, Planck, Börh o el mencionado Heisenberg, que diluían, aún más, la palpabilidad del mundo en una fantasmagoría volátil. Las numerosas asechanzas que hoy se ciernen sobre nosotros sirven para explicar, holgadamente, el descrédito en que se halla la democracia, como solución parva e ineficiente. El partido Alianza por Alemania se ha votado, casi exclusivamente, en la antigua Alemania del este, con el propósito de articular una política más favorable a Putin. Los partidos nacionalistas que han triunfado en Italia, Francia, y en buena parte de Europa, guardan relación con la política migratoria y con la disyuntiva seguridad/libertad que antes señalábamos. Esto es, guardan relación con alguna modalidad de xenofobia, que con tanto éxito de público y crítica defienden en España los nacionalismos periféricos, más el reciente añadido de Vox y SALF.

El señor Puigdemont sigue con su proyecto de construir una Cataluña catalana, libre de razas inferiores (léase al molt honorable Torra), por los mismos motivos y con similares propósitos al señor Alvise: recluir u orillar a quien se considere diferente y/o peligroso. No diremos nada del concepto de “convivencia” del señor Otegi, expresado hace unos días, dada su ejemplar ejecutoria. Pero sí cabría recordar dos cuestiones elementales: que esta búsqueda de la seguridad –que este recurso de lo conocido y de lo idéntico–, puede derivar en una democracia inane. Y que es obligación de la democracia garantizar la seguridad de sus administrados, antes de llegar a este tipo de soluciones, tan poco memorables.

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