¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El placer de lo público
Sevilla/Creo que fue Diego J. Geniz quien hace muchos años definió la Plaza Nueva como la milla de oro de la alta costura por la concentración de tiendas de grandes marcas dedicadas o muy afines al sector. Loewe, Max Mara, Agua de Sevilla, Victorio y Lucchino, O’Kean y Carolina Herrera generaron una sensación similar a pasear por la romana vía Condotti. Nos duró poco por efecto de la crisis económica de 2008, la que nos trajo los bares de bajo coste, los cubos de botellines y esas raciones de gambas con riesgo de provocarnos picores en los antebrazos durante varios días.
Hoy la Plaza Nueva y sus alrededores están a un paso de concentrar más hoteles que nunca con sus correspondientes apartamentos turísticos. De la milla de oro de la alta costura a los nuevos hoteles con piscinita, bar en la zona común sin camarero, máquina de vending, habitaciones de decoración aséptica con un televisor con la lista de canales desordenados y en la que siempre te salen con preferencia una curiosa mezcla de los de Huelva y los marroquíes. En la Plaza Nueva teníamos una única referencia hotelera: el Inglaterra. Ay, aquellos años del pub Trinity con el elegante salón destinado a interminables tertulias y a lugar de celebración de tantas entrevistas periodísticas. ¡La de fotos de personajes que se tiraron aprovechando aquellas paredes revestidas! Pronto tendremos dos hoteles más: el Generali y el de Telefónica. Con otros tres muy próximos: el del antiguo Banco de Andalucía, el de la cadena Soho en el edificio que fue sede del FNAC y, ya en la Plaza de San Francisco, el que se anuncia de la cadena de Robert de Niro, que ya veremos la de veces (por las que hilan) que viene el actor al establecimiento.
La Plaza Nueva lleva varias mudanzas de piel en este siglo XXI, sobre todo desde que desapareció el tráfico rodado en 2007. Los autobuses urbanos dejaron de tener entonces sus paradas finales en la plaza y eso provocó una reducción del tráfico peatonal. La Plaza de la Encarnación parece haber tomado el protagonismo como en su día lo cogió Tetuán en detrimento de Sierpes. No es de extrañar que las setas triunfen de forma rotunda, solo hay que ver los conceptos estéticos que lo hacen hoy. Cada tiempo tiene sus modas en todos los órdenes. Y no estamos precisamente en la era de las sábanas de hilo y los tapices, sino en la de las despedidas de soltero, el turismo depredador y consumista y el imperante feísmo estético. Las calles hablan y lo cantan todo. Son tiempos de las setas, no de la milla de oro de la alta costura.
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