La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
Más de 1.600 sevillanos dejan plantado al médico cada día. Piden una cita, no acuden y no se molestan en anularla ni siquiera cuando se puede hacer de forma rápida y cómoda por la vía digital. Después muchos se quejan del colapso de la atención primaria, cuando también se debería abordar la necesidad de que los usuarios tengan una mínima educación. Demasiada gente vive instalada en la queja perenne, en dar por hecho que tiene derecho a todo, en exigir, demandar, protestar, usar y... tirar. Prueben a anular una cita y comprobarán la sorpresa que se genera. “No estamos acostumbrados a que la gente avise”. Otro tanto ocurre cuando se entra en el despacho del galeno, se saluda, se dirige uno al profesional con sencilla corrección y se aprecia una reacción entre la incredulidad y la gratitud. En demasiadas ocasiones se percibe que los médicos son tratados con escasa consideración. La gente usa los servicios públicos con demasiada crispación. No entran en la estancia, irrumpen. No exponen, elevan la voz. No se despiden, salen. Y así se queman unos profesionales que de forma natural desarrollan una estrategia defensiva. El buenista negará una imagen tan negativa, pero la estadística no engaña. ¡1.600 plantones al día! Es vergonzoso estar en un centro de salud y, efectivamente, ser testigo directo de la cantidad de pacientes que son llamados por su nombre y apellidos y no comparecen. No pasa nada. No se les penaliza. Dejar plantado al médico sale gratis. Pero las fieras rugen si el médico no está a su hora, si no les dedica el tiempo suficiente y, por supuesto, si no acierta con el tratamiento.
Somos una sociedad consentida, maleducada, caprichosa, quejica y nada sacrificada. Hemos cambiado los maestros por los influencers. No reconocemos autoridad en casi nadie, pues hasta nos hemos acostumbrado a las agresiones a los policías. ¿Se imaginan que la Junta de Andalucía reprobara de alguna forma a los usuarios que dejan tirado al médico y, por tanto, impiden que otro paciente pueda ser atendido? Se echarían encima los sindicatos (¡fascismo puro!) y habría cientos de críticas en las redes sociales. Poco a poco aceptamos que el restaurante pida una mínima cantidad por reservar una mesa un viernes por la noche, pero al médico que le vayan dando si no acudimos a la cita que para eso cobra de “nuestros impuestos”. No cambiaremos. Vamos siempre a peor. El día que nos manifestamos por el perrito Excalibur dimos la verdadera talla como sociedad. La sanidad está mal. Y nuestra educación, peor.
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