Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Qué diferencia sustancial hay entre el valor de lo popular, elegante y distinguido, y el populismo cateto, de mente cortita y hasta soez en algunos casos. El populismo no es un mal exclusivo de la política. En el populismo puede incurrir desde el director de un colegio hasta un periodista, desde el presidente de una comunidad de vecinos hasta el hermano mayor de una “santa cofradía”. A los populistas en Sevilla les hemos llamado agradaores en muchas ocasiones por esa inercia que tienen de intentar contentar a todo el mundo, al menos de partida. En los años noventa, por ejemplo, convertimos en personajes de primer nivel a los hermanos mayores, de los que contábamos con frecuencia con sus fotografías y hasta con las ilustraciones del gran Calderón, del que se acuerda perfectamente nuestro José Joaquín León. Cada tiempo tiene sus tendencias. Y en aquellos años se acertó sin lugar a dudas. Hoy los hermanos mayores, en general, han sido sustituidos por los taberneros, que hasta son invitados con esmoquin y oropeles a foros donde antes sencillamente acudían a trabajar con toda dignidad. Reza el aforismo que cada cosa a su tiempo y los nabos en Adviento. España es un país de pendulazos en todos los ámbitos. Y Sevilla no es ni mucho menos una ciudad ajena a esta tendencia. Hoy no conocemos ni a la tercera parte de la nómina de los hermanos mayores, pero sí contamos con artículos, reportajes y perfiles de los principales taberneros del centro y los barrios. Algunos han pasado con todo merecimiento de estar detrás de la barra al papel couché. Estábamos ciertamente hartos de aguantar a tanto papafrita de despacho de abogados con marca comercial acabada en ing (principalmente consulting) y a ser posible con el apóstrofe &. Donde se ponga un tabernero auténtico que se quite un aspirante a pija con el Código Civil sin ninguna página arrugada y un traje pagado en tres meses en los grandes almacenes. Distinto es que los medios de comunicación, como de costumbre, estemos fabricando perfiles de intelectuales, perfiles de pensadores, perfiles de opinadores, perfiles de hermanos mayores, perfiles al fin de influencers aprovechando el prestigio bien ganado en el ámbito de trabajo o actuación del interesado (o afectado, ojo).
Los periodistas tenemos el enorme riesgo de incurrir en el populismo si persistimos en apuestas que sólo deberían ser excepcionales. Al final solo lo auténtico permanece. Tiempo al tiempo. La responsabilidad siempre es de quien hace la apuesta desde la supuesta superioridad intelectual. Nunca de quien la acepta de buena fe. Un servidor desconfiaría de quien me propusiera para correr los cien metros lisos...
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