La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
Opinión
UNO ha escuchado I put spell on you empujando el carro de la compra por los clínicos pasillos del híper y ha sonreído al observar a las amas de casa y a sus maridos yendo a lo suyo, sin reparar en que John Fogerty les canta eso de "porque eres mía es mejor que dejes las cosas que estás haciendo", y uno se ha enfrentado también en el mismo escenario al enojoso dilema de elegir entre un queso de cabra u otro de oveja mientras Lou Reed advierte desde el hilo musical que estás caminando por el lado salvaje de la vida, y a decir por el olor creo que el bueno de Reed no se equivoca.
No me coge de sorpresa, pues, saber que Bob Dylan pondrá su voz a un sistema de GPS. Eso sí: cuando me enteré también solté un je, je, y no sé por qué extraña asociación de ideas recordé aquello de trata de arrancarlo, Carlos, trata de arrancarlo, pero en versión del músico de Duluth, imprecando con su deje nasal al conductor para que haga lo suyo, igual que al hombre de la pandereta.
Es la cultura pop. La de nuestra era. Sí, la de la reproducción artística a escala industrial. Pero no por ello más excesiva que otra. En un tiempo hubo mecenas y ahora hay corporaciones, y unos y otras echaron y echan mano de los mejores reclamos a la hora de hacer brillar la pompa y engordar el negocio. Ahora es Dylan. No hay nada que añadir, y mucho menos objetar. ¿Por qué? Los conductores británicos que lo deseen (y lo paguen, por supuesto) se dejarán guiar por la voz inconfundible del autor de la que es considerada la mejor canción de la historia del rock, el mismo que no hace mucho fue confundido con un vagabundo por unos polis mientras paseaba por las calles de un villorrio que no aparece en los mapas. En Estados Unidos hay zonas donde circular a pelo, en los zapatos, y no hacerlo conduciendo una ranchera de fabricación nacional es muy sospechoso.
Con todo, Dylan ya ha advertido que la orientación no es su fuerte. Igual que un canto rodado. Sin una dirección a casa. ¿Y la seguridad vial? Bueno, bueno, no nos pongamos tiquismiquis, que aquello con la Triumph pasó hace ya mucho tiempo y una caída tonta la podemos tener todos. En fin, que ningún usuario del GPS se llame a engaño, cualquiera puede acabar desesperado implorando al aire: "Bob ¿dónde estamos, Bob? ¡Nos hemos perdido, Bob!". A lo que el acompañante obtuso inquirirá desde el asiento del copiloto: "¿Bob, quién es Bob?".
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