Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Pepe Hidalgo deja la dirección de la Banda de la Centuria para centrarse en la Banda Juvenil. "La labor de formar a los futuros músicos de la banda adulta está en las mejores manos" dice la hermandad. Y tanto. Como que Hidalgo, mi querido y admirado Pepe Hidalgo, forma a los chavales en la disciplina de las marchas clásicas de cornetas y tambores puras. ¿Cómo se forman los grandes concertistas? Interpretando a los clásicos. Pues igual los músicos de la Centuria, bastión último junto a Esencia de la música más hermosa, sencilla, hiriente y auténtica de la Semana Santa. A quien piense que Pepe Hidalgo representa el pasado de la Centuria en este universo de trompeteos horteras y charangas en que ha degenerado el acompañamiento de los pasos de Cristo, la Hermandad de la Macarena le ha dicho que Pepe es lo contrario: su futuro como maestro mayor de los músicos macarenos
El Prado o el Louvre exponen lo mejor que tienen. El museo macareno no puede hacerlo. Lo mejor que esta hermandad tiene, su mayor tesoro, lo que la hace única, no puede exponerse en él. Primero, por supuesto, las sagradas imágenes. Después los macarenos. Y los segundos son tan importantes como las primeras. Porque a la Macarena no la han hecho única ni el Señor de la Sentencia ni la mismísima Esperanza, sino la devoción, el amor, el instinto -puro viento del pueblo-, la gracia seria, el contagioso entusiasmo, la naturalidad, la medida desmesura de los mejores macarenos que a lo largo de los siglos han sabido interpretar el misterio sagrado que sus imágenes expresan. Ellos le han dado esa suprema elegancia popular que solo la cal tiene (en la Macarena la frágil y recia elegancia blanca de la cal derrota al poderío del mármol) y tan genialmente supo expresar Juan Sierra: "En vino blanco, en romero, / en la cal de una fachada, / yo te pienso cuando quiero".
Ellos son la Macarena y la Macarena son ellos, con Juan Manuel -el de la calle Duque Cornejo- a la cabeza como intérprete único del sentimiento macareno; de la túnica de los nazarenos y la ropa de los armaos a la valiente gracia popular del manto de malla y la leve y sutil elegancia aristocrática del de tisú. Pepe Hildalgo es parte importante de este patrimonio (no diré inmaterial porque a este robusto, cariñoso, colérico y bueno sargento Victor McLaglen macareno no le pega) bordando en el aire redobles como sobre terciopelo bordaba Ojeda.
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