La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Seamos positivos. Tenemos un presidente capaz de pegar un regate en un baldosa, impartir un máster en resiliencia y ejercer de solvente titular de la cátedra de la Habilidad en cualquier universidad privada de aseos relucientes y anuncios con estudiantes sacados de un catálogo. Sí, seamos positivos porque así aumentaremos la esperanza de vida aunque sea a costa de saturar la atención primaria. Sánchez necesita a todos sus socios de investidura en todas las votaciones. Es imposible contentar a tanta gente tan distinta durante tanto tiempo. Al chantajista y delincuente de Puigdemont le ha vendido un blindaje de la amnistía que en cuanto se articule por escrito recibirá como saludo el sonido de un matasuegras soplado desde las instituciones europeas. Y acto seguido le ha prometido la delegación de las competencias sobre los flujos migratorios. Puigdemont, el glotón. Sánchez está dispuesto a vestirse de sediari y pasearlo en silla gestatoria si es preciso. ¿Cuándo se producirá esa insólita delegación de competencias? Échenle guindas a ese pavo. Primero, el debate sobre la constitucionalidad de la medida, después la tramitación de nada menos que una ley orgánica y, por supuesto, preparen al personal especializado necesario, coordinen las fuerzas de seguridad, establezcan los criterios con el resto de España y, tachín, tachín, vuelvan a tener en cuenta a las autoridades europeas. Pero, mientras, Sánchez aprueba los decretos y se mantiene en la Moncloa.
Nuestra esperanza es que el presidente engañe cada día a uno de sus socios. Los nacionalistas vascos y Esquerra están a la espera de pedir su botín, sobre todo después de haberse quedado en un segundo plano tras el esperpéntico Pleno del miércoles. El tipo de Bildu es el que mejor se ha orientado al no querer romper la olla del poder donde se mete la cuchara de las reivindicaciones. Es triste, pero la esperanza es que el trilero distraiga a sus socios, los mantenga engañados, mueva con destreza los cubiletes y esconda bien el garbancito. Puigdemont tiene cogido a Sánchez, pero a ninguno le interesa dejar caer al otro. Prometerle el paraíso y que el fugado sueñe con habitarlo es nuestra mejor opción, sin olvidar que se contente con jactarse de influir y de remover las agendas de tal forma que la semana debía estar enfocada en el debate de la amnistía y al final lo ha estado sorpresivamente en la supuesta delegación del control de las migraciones en una región específica. En el engaño está la salvación de los muebles. Pedro, tímalos a todos. Sea por el interés general. Puigdemont, próximo embajador ante la Santa Sede si es preciso, que estos de Junts son muy píos.
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