La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Lo único positivo de la victoria de Trump
Cuando Aznar llegó al poder y tuvo que tomar ciertas medidas para, entre otros objetivos, poder pagar las pensiones, uno de sus ministros apuntaba a que el mejor período para afrontar retos complejos era el comprendido entre el puente festivo de la Purísima y el día de los reyes magos. Las luces de Navidad (que nunca tienen motivos de Navidad) se encienden en las capitales y los pueblos de España y ocurre que el personal se desentiende de la política o del politiqueo, según se mire. En contra de lo que muchos consideran, la futura Ley de Amnistía ha interesado y muchos a los españoles, pruebas de lo cual son las manifestaciones masivas y los índices de lectura de los contenidos sobre el particular en las ediciones digitales. Pero hágase la luz y ya estamos con los polvorones con la excepción de los diez minutos del discurso del Rey al que sigue la impagable liturgia de las reacciones del PNV, Bildu, Junts y Esquerra. No me pierdo por nada del mundo esas valoraciones, que todos los años espero con la misma ilusión y expectación de los saltos de esquí del primero de enero. Me encanta eso de que “el rey Borbón ha perdido una oportunidad para tratar los problemas reales de la gente”. ¿No es maravilloso? El mismo comentario vale para el hijo, el padre y casi para Alfonso XIII si hubiera dado el discurso.
A lo que íbamos. Como estamos en este período de loterías y encargos de platos especiales en el ultramarinos del barrio que, en el caso de las carnes rellenas, durarán hasta los Santos Inocentes, el presidente del Gobierno concentra ahora todas esas decisiones y valoraciones difíciles de digerir en tiempo ordinario. La Ley de Amnistía se comienza a tramitar el 12 de diciembre en un Congreso de los Diputados sin su presencia. Es El Ausente del siglo XXI, pero no con la camisa azul mahón, sino con el traje azul azafata del AVE. Eso sí, el día antes anduvo de mofas y cuchufletas en la presentación del segundo tomo de la biblia del sanchismo. En el Parlamento Europeo bajó pretendidamente el nivel del debate, llevándolo al terreno doméstico con asuntos como el callejero. Es un especialista en degradar los foros, como cuando envía al camorrista que fue alcalde de Valladolid a la tribuna de Congreso o lo sienta en el Consejo de Ministros. Ahora entrega las llaves de la Alcaldía de Pamplona a un partido que no ha condenado ni uno solo de los más 800 atentados perpetrados por ETA. Pero eso no es anhelo de justicia, sino motivo de rencor, que diría el ministro macarra. Hay que normalizar a Bildu, oiga. Quedan muchos días de luces que nos deslumbrarán. Demasiados. Saquemos el Navidul y a comer. Que ya vienen los reyes magos... ¡y la paga extra!
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