Paz social para Abengoa

Sin que acabe la resistencia a que el accionista mayoritario tome el control de la empresa será imposible el rescate

24 de septiembre 2021 - 01:47

Dentro de una semana, Abengoa tendrá que haber celebrado la junta general ordinaria que debió convocarse antes de que terminase el primer semestre de 2020. Más de un año después: y porque un accionista ha forzado la convocatoria esgrimiendo el artículo 169 de la Ley de Sociedades de Capital. Es una cita muy importante, no tanto porque se aprueben o no las cuentas del ejercicio de 2019 (todo apunta a que los socios las van a rechazar), sino porque quizás en esa junta general esté una de las últimas oportunidades de salvar a la compañía sevillana, otrora una multinacional puntera y hoy una empresa arruinada y a la deriva, porque, desde 2015, el interés de quienes han guiado la empresa ha sido beneficiar a los acreedores antes que afianzar la recuperación de la compañía.

El próximo jueves, o el viernes a más tardar -dependiendo de si se celebra en primera o segunda convocatoria-, Abengoa -y todo lo que significa: empleados, accionistas y también acreedores- tiene la ocasión de lograr la paz social, un factor sin el que se me antoja imposible rescatar a la multinacional fundada en 1941 por los ingenieros Javier Benjumea Puigcerver y José Manuel Abaurre Fernández-Pasalagua, junto con tres amigos y otros familiares.

Porque es muy poco probable que el Gobierno de España acepte aportar 549 millones -249 en dinero, aunque prestado, y otros 300 en avales, vitales para que la empresa no se hunda definitivamente- mientras siga el enfrentamiento que vive la compañía por la resistencia de los administradores que controlan los acreedores a que el accionista mayoritario -que en realidad son más de 3.000 minoritarios sindicados en Abengoashares- tome el control de la compañía e intente un rescate que no suponga la liquidación de la matriz y mantenga el grupo unido y conserve todo el empleo que sea posible.

Los accionistas están convencidos de que la oferta que avalan los acreedores -que serían los más beneficiados si triunfa-, la que ha presentado el comisionista estadounidense Terramar Capital, lleva al camino contrario: el despiece.

Los antecedentes de Terramar, que en este periódico hemos relatado con detalle -por el ejemplo al relatar cómo una juez de bancarrotas rechazó las condiciones inaceptables y similares a las que plantea en Abengoa-, no son un buen aval y causan rechazo en la SEPI, que es la que tiene que prestar el dinero.

Ojalá todos apuesten por salvar a Abengoa. Y eso pasa por firmar la paz social.

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