La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
La ciudad y los días
EL PSOE e Izquierda Plural han dado con la clave que soluciona los problemas del presente y garantiza el bienestar futuro: la exhumación de los restos de Franco y de José Antonio Primo de Rivera para, posteriormente, convertir el Valle de los Caídos en un Centro de la Memoria Democrática, tal y como propuso la comisión de expertos en su día promovida por Zapatero, el dirigente con vista de lince para con lo sucedido hace 80 años pero ciego como un topo para ver la crisis que se nos venía encima. Promueve ahora la cosa desde el PSOE el ínclito Odón Elorza, que ya había solicitado que se declarara el Valle de los Caídos un monumento "contrario a la cultura de la convivencia, la paz, la concordia cívica y la reconciliación" y que se llevaran a cabo "las actuaciones que sean necesarias para proceder a su reconversión y resignificación".
Cómo se pueda reconvertir en democrático y reconciliador un horroroso monumento kitsch erigido por un dictador megalómano, es un misterio. Tal y como está lo dice todo sobre el franquismo, sobre su aversión a la modernidad, sobre su mal gusto, sobre sus alianzas con la Iglesia nacional católica, sobre su cortedad artística e intelectual, sobre su patético intento de actualizar la grandeza arquitectónica de la España de los siglos XVI y XVII, especialmente la herreriana (aunque los mamotretos historicistas empezaron con los Nuevos Ministerios, eso sí en versión historicista-estalinista, obra en parte del gran arquitecto Secundino Zuazo, que por algo era uno de los fundadores de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética). Tal y como está es una denuncia del franquismo, mucho más que un monumento que lo celebre.
En cuanto a los restos mortales de Franco y de José Antonio, déjense donde están y gástense los dineros -eso sí- en recuperar los de los fusilados que aún yacen en descampados, fosas anónimas y cunetas. Esto sí es humanitaria y éticamente necesario, aunque ya no tengan descendientes que los reclamen. Lo otro es estoquear un toro muerto, pataleta de quien no asume su incapacidad -o la de los suyos- para derrocar al dictador en vida. Que se deje como huella de la megalomanía de la dictadura, como han hecho los italianos con el EUR, la Tercera Roma, tras la romana y la cristiana, erigida por el fascismo a mayor gloria del Duce como se talló en las inscripciones conservadas. Y eso que ellos derrocaron a Mussolini en 1943 y lo colgaron por los pies en 1945.
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