¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El espectro de Paulina Crusat
PASA LA VIDA
SEVILLA vivió ayer en San Petersburgo un examen de menor apuro que el del Gobierno Rajoy hoy en Bruselas, porque en juego no había deudas contantes y sonantes sino solamente el prestigio de su patrimonio monumental en el mercado de futuros... turistas. En la Unesco son mucho más condescendientes que en el Consejo Europeo, porque al fin y a la postre todos son acreedores al pasteleo de la interpretación subjetiva. Hay sobrados ejemplos de rascacielos en ciudades históricas, que daban pie a embarullar el informe de Icomos contra la sordera de los políticos sevillanos a sus advertencias. El alcalde ha engarzado las coartadas y los precedentes para que la partida acabara en tablas, y ese resultado evita un revés institucional difícil de digerir en una ciudad que vive tanto de su simbología.
El resultado depara una carambola pintiparada a largo plazo para los promotores del rascacielos: será el único, sin competencia para vender o alquilar plantas con ese marchamo de luxe. Cierto es que, sin esta polémica, tampoco Sevilla y su economía dan de sí para una segunda aventura inmobiliaria de este calibre. Será muy complicado llenar el de Pelli a altos precios de metro cuadrado que rentabilicen la construcción, en un país donde los recortes ya han llegado incluso a medicamentos muy comunes.
"Nos comprometemos a redactar los planes [urbanísticos] necesarios para que esto no vuelva a pasar". Esta frase de Zoido es la clave de la estrategia a la que jugó para que la mayoría del comité de la Unesco acudiera al rescate de Sevilla. El para que esto no vuelva a pasar vale tanto para aprender la lección de no despreciar a la Unesco como para admitir que en la ciudad se forzaron las coordenadas urbanísticas con el fin de imponer un proyecto de difícil encaje.
También te puede interesar
Lo último