¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Vercruces invertidas con serpientes enroscadas en los adornos navideños del Ayuntamiento de Granada, es tan posible como creer advertir en ellas la espada desenfundada de Fernando el Católico con el tahalí suelto y señalando el cielo al grito de ¡victoria! en previsión del tradicional ¡Granada! ¿Qué? del Día de la Toma. Y es que el delirio satánico de la iluminación de este año me ha recordado cuando siendo niño me hicieron en el colegio el Test de Rorschach y yo sólo veía manchas donde otros adivinaban mariposas o enanitos. Y que no había manera de que viera otra cosa. Es verdad que al final dije mariposa. Pero por acabar de una vez. Igual que ayer. Después de mucho esforzarme, me pareció reconocer el diseño de los azulejos de la cocina de alguien que no recuerdo. Y poco más. Probablemente, no me da la imaginación para tanto.
En demasiadas ocasiones vemos lo que queremos ver y oímos lo que deseamos oír. Sencillamente porque estamos predispuestos a ello. Y lo que sólo son diseños geométricos toma en nuestras mentes formas interesadas para disfrutar, insultar o sufrir. Que habrá quien adivine un símbolo fálico en la Torre Agbar de Barcelona, mientras otros verán un supositorio gigante. Por no hablar de quien encuentra mensajes ocultos en una tostada. Que uno tiene edad y memoria como para recordar rumores sobre discos que, escuchados al revés, incluían mensajes satánicos. Luego el asunto degeneró y hasta prohibieron en Honduras el Aserejé por su contenido diabólico. Y es que en la imaginación no hay límite. Como tampoco en la maldad. La suciedad siempre está en la mente del observador, nunca en lo observado.
Esta pareidolia navideña hubiera quedado en unas risas si en España no eclosionaran los ofendidos como setas en otoño, no estuviéramos prestos al insulto y al enfrentamiento y tuviéramos políticos que no se subieran a cualquier carro electoralista sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Porque cuando un líder político azuza a los suyos con cuestiones como esta, el problema real es mucho más profundo. Recurren a las tripas porque no les renta hacerlo a la razón. También hubo quienes convencieron a los alemanes de que no habían perdido la I Guerra Mundial, sino que los judíos les habían apuñalado por la espalda. Devolvamos la racionalidad a nuestras vidas y convivamos en paz como no hace tanto. O estaremos aventando el odio y la factura a pagar volverá a ser cara y dolorosa.
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