Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Pocos poderes como el de hacer reír. Dicen que una persona tiene a otra cogida en la palma de la mano cuando tiene la capacidad de hacerla reír. Que en un flirteo gana quien hace reír a la persona que pretende. Que la confianza del niño pequeño se conquista cuando se ríe a carcajadas y en su inocencia reclama más cosquillas, más bromas, la repetición del mismo estímulo una y otra vez. Herir es sencillo, hacer reír todo un reto. Gila (1919-2001) hacía reír sin hacer sangre. Por eso ha sido uno de los grandes humoristas.
Recordaba la enorme capacidad de Gila al asistir al estreno de una nueva temporada de El Palermasso en el teatro Riberas del Guadaíra, lleno a la misma hora de la ceremonia de los Goya. Tratar el mundo de las cofradías en clave de humor es tremendamente complicado. No dejar fuera ninguno de los asuntos que marcan la actualidad y la realidad interna de las hermandades por delicado que sea es intentar el triple salto mortal. Antonio Garrido lo consigue porque tiene un profundo conocimiento de cuanto se cuece en las casas de hermandad, los diferentes personajes que protagonizan la vida cotidiana, las disputas por razones absurdas, la importancia de la antigüedad, el peso de los capataces y costaleros, el papel del capirotero, la trascendencia del Consejo, las relaciones familiares, la homosexualidad, etcétera. Todo se hace con un humor sano, limpio y nunca mojigato. La caricatura, la ironía, la música, las luces, los monólogos...
El Palermasso gana en el teatro todavía más que en televisión. La incorporación de un actor consagrado como Juanma Lara, que se suma a José Luis Penella e Isidro Pillín, es un acierto rotundo. En tiempos de sobrecarga de ripios, de excedente de pregones y de discusiones que acaban en suspensiones de convivencias, un rato de buen humor siempre es saludable, reconstituyente y hasta reconciliador. Al disfrutar de la función se comprueba que Garrido tiene un profundo amor por la Semana Santa porque no sólo la conoce desde niño, lo cual no siempre es una garantía absoluta, sino que se ha preocupado de quererla cada día más. De lo mejor quizás sea el retrato que hace del cofrade que siempre dedica los mayores elogios a sus amigos, con el empleo de ese lenguaje maximalista que genera desconfianza:“¿Juanma? Es mi hermano. ¿Isidro? Es mi hermano. ¿José Luis? Es mi hermano”. El abuso de los abrazos está presente también y genera las mejores risas. Todo trufado con referencias a la actualidad y una proximidad total con el público. El Palermasso golpea fuerte. Y es muy saludable.
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