¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
A principios de junio, un cortejo fúnebre formado por hombres de togas negras, líderes mediáticos, gurús de la comunicación, directores de sondeos, próceres madrileños, alegres combativas, estrellas de la mañana y sentenciadores de la noche acompañaban con cierto regocijo al finado Pedro Sánchez cuando éste caminaba en vida pero sentenciado hacia el cadalso del 23 de julio. El resto callaba al paso de una opinión expresada de modo tan contundente.
En esos días, un viejo socialista sevillano, Pepe Caballos, pidió espacio por aquí para publicar un pequeño artículo con el que intentaba animar a la legión deprimida de sus conmilitones, a la vez que clamaba al resto por un poco de dignidad. Un partido de más de un siglo de Historia no desaparece como la nieve que se derrite con el primer sol de abril.
Días después de Caballos, varios grupos de ex dirigentes del PSOE andaluz firmaban manifiestos en todas las provincia para aclarar que ellos apoyaban a Pedro Sánchez, y que su secretario general era el líder del partido y el candidato a la Presidencia del Gobierno de toda la organización. Los firmantes congregaban todos los istas de la historia del PSOE andaluz: guerristas, felipistas, renovadores, chavistas, pizarristas y medio pensionistas.
Aquel escrito era una reivindicación del PSOE del Antiguo Testamento, a quienes el PP hacía guiños para que se sumasen a los votantes de Alberto Núñez Feijóo con la misma excepcionalidad con la que otros habían apoyado a Juanma Moreno. Sin embargo, los firmantes entendían que la derogación del sanchismo era también la negación del PSOE y de las políticas sociales del Gobierno de Pedro Sánchez.
Ese escrito también era una respuesta a las pretensiones de Alfonso Guerra y de otros ex dirigentes del PSOE caoba que se habían sumado a los profetas del Apocalipsis español. Joaquín Leguina y Nicolás Redondo Terreros.
Aquel cortejo fúnebre ha comenzado a reponerse del varapalo del 23 de julio y, como si nada hubiera comprendido de semejante error, los andantes vuelven a publicar grandes esquelas para anunciar la muerte de España. El PP aún confía en encontrar a cuatro buenos socialistas que salven la investidura de Feijóo, y creen que Felipe González o Alfonso Guerra procurará el milagro como aquel comité federal que defenestró al primer Sánchez para votar a Mariano Rajoy. Nada han comprendido, ni siquiera que toda la razón nunca está comprendida en una sola parte.
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