La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
ESTAMOS asistiendo en las últimas semanas a una serie de actuaciones promovidas por el nuevo gobierno local del Partido Popular en relación con la bicicleta en nuestra ciudad.
A la desaparición de la Oficina de la Bicicleta, se suma el abandono, la falta de mantenimiento, la revisión a la baja de determinados planteamientos en materia de bicicleta pública o los palos de ciego sobre ubicación de estaciones o la desaparición total de las políticas de promoción y fomento.
Sevilla había adquirido, de la mano de Izquierda Unida, un merecido prestigio internacional en materia de promoción de modos de transporte sostenibles en los entornos urbanos, hasta obtener el reconocimiento mundial mediante la organización muy aplaudida del Congreso global Velo-city 2011 en nuestra ciudad. En estos días en los que Vancouver (Canadá) está preparando la edición de 2012, todo están siendo elogios a nuestra ciudad. Es un poco sonrojante que el revanchismo de los nuevos llegue a extremos tales que desprecian hasta el hecho de recoger las medallas que Sevilla ha merecido por sus esfuerzos en materia de movilidad en bicicleta, tan sólo pensando que con ello ningunean a Izquierda Unida.
La promoción del transporte público, las peatonalizaciones, pero sobre todo la bicicleta, surgieron con fuerza promovidos por una política muy firme y convencida de que Sevilla podía -y debía- moverse también y de manera masiva por medio de la bicicleta urbana. El clima, su orografía llana, y la convicción política llevaron a Sevilla a liderar la defensa del medio ambiente en materia de movilidad.
Tras la llegada al gobierno del Partido Popular se ha iniciado un retroceso objetivo en todas las materias. Borrar del organigrama a la Oficina de la Bicicleta significa: abandonar la ampliación de la red actual, cuyos estudios y análisis se elaboraban por dicho personal. El mantenimiento, la limpieza, las reparaciones de las averías, las mejoras, el desarrollo de convenios con colectivos discapacitados (como la ONCE) para conciliar usuarios y peatones con disfunciones físicas o sensoriales, la señalización, la búsqueda de subvenciones en otras administraciones comprometidas con la sostenibilidad que ayudaban a mantener las inversiones en esta materia quedan desaparecidas del panorama ciclista en nuestra ciudad.
Pero también se renuncia a seguir incorporando plazas de aparcamiento para bicicletas privadas, así como al seguimiento pormenorizado de la gestión de Sevici. La idea peregrina de destinar bicicletas públicas solo para el turismo no deja de ser una salida de pata de banco que perjudicaría a los 50.000 abonados anuales que ya se quejan de la falta de bicicletas diariamente. Además, ya existe el abono semanal para que quede satisfecha esta demanda.
Alguna otra promesa difícil de cumplir será llevar Sevici a la Pablo de Olavide, por más que sea legítima la reivindicación de la Universidad. Allí estudian o trabajan 12.000 personas de la comunidad universitaria. Supongamos una megaestación de ¿cuanto: pongamos, 150 bicicletas?, que habría que retirar del parque de 2.400 bicis reales que dan servicio al total de la ciudad. ¿Qué ocurre cuando llega a primera hora el usuario 151? ¿Dónde deja la bici sabiendo que la última estación está a 2.600 metros, en la Avenida de la Paz? La puede amarrar, pero estará pagando durante las siete horas que dure su jornada allí. O puede volver hasta la estación de La Paz y... caminar hasta la Olavide. O a la inversa: Si ha ido en bici por la mañana y quiere volver hacia Sevilla a medio día, ¿Qué le va a ocurrir cuando salga y se encuentre vacía de bicicletas la macro estación porque ya ha habido 150 usuarios antes que se las han llevado? Recordemos que esta ha sido otra promesa del Partido Popular, que decía sí a todo con tal de contradecir las políticas anteriores, negando el sentido común de que las estaciones de Sevici crecen como un racimo, siempre unas junto a otras y que no hay uvas sueltas.
Pero sobre todo se estarán abandonando las políticas de promoción de la bicicleta, con empresas, colectivos universitarios o educativos, colegios de primera enseñanza (caminos escolares seguros, etcétera), para cuyas iniciativas era esencial el instrumento de la Oficina de la Bicicleta.
La revancha que el PP pretende cobrarse frente a los grupos del gobierno anterior, y específicamente contra Izquierda Unida, le está llevando a adoptar posturas muy contradictorias que empiezan a cuestionarse, incluso, por una parte de su propio electorado, usuarios también de este modo saludable de moverse.
Y no es a Izquierda Unida a quien fastidia. Con ello está perjudicando a casi cien mil sevillanos que diariamente utilizan la bicicleta de manera regular para trasladarse por Sevilla. Perjudica la imagen ganada con esfuerzo de una ciudad respetada, respetable y respetuosa con el futuro sostenible y frustra el crecimiento exponencial que Sevilla había acreditado de poseer el mayor número de usuarios de bici con respecto a los otros modos de transporte, de entre todas las ciudades españolas, un 6,6% frente al 2,4% de Barcelona o al 0,1% de Madrid.
Se equivoca el PP profundamente cuando renuncia a un modelo de bicicleta urbana admirado por el mundo, rentable para Sevilla en términos económicos, saludables y sostenibles, pero, sobre todo, sinceramente admitido por miles de sevillanos -usuarios o no- como un modelo válido para el presente y esperanzador para el futuro.
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