Jaime Martínez Montero

PISA: el cartero siempre llama dos veces

La tribuna

27 de abril 2014 - 08:00

LOS resultados de PISA son como los terremotos, no sólo por los efectos que producen y el oleaje que provocan, sino que además tienen réplicas. La última fue el informe sobre resolución de problemas, que da cuenta de que en este aspecto nuestros alumnos siguen estando a la cola de la OCDE y de Europa. Nada nuevo bajo el sol. Así empezamos en la primera edición, hace ya catorce años, y así seguimos. ¿Por qué iban a ser las cosas distintas? Si se siguen haciendo las mismas cosas, es normal que se obtengan similares resultados. Salvando numerosas excepciones, en España se utiliza una metodología anticuada. Es la consecuencia de la falta de formación en el aprendizaje y dominio de las técnicas didácticas. Se enseña igual que hace muchos años, pese a que todo ha cambiado. Seguimos sin perfeccionamiento y reciclaje obligatorio. Es más, hay comunidades autónomas en las que los órganos encargados de tal menester han sido suprimidos o casi.

El aprendizaje matemático es clave. Es la primera herramienta que facilita la abstracción, la generalización y la síntesis. Es el lenguaje que utilizan la tecnología y la ciencia. Sin matemáticas no hay desarrollo de las nuevas tecnologías que posibilitan el cambio social y un mayor nivel de progreso. Con la matemática se desarrolla la mente y el razonamiento lógico y crítico, gracias al cual se pueden abordar los problemas nuevos y cada vez más difíciles de nuestro mundo. Además, ya no hay "ciencias" y "letras". Hoy, cualquier ámbito humanístico requiere un amplio conocimiento matemático.

El mundo de hoy exige más conocimiento matemático que nunca, y la tendencia va a que este aspecto se acentúe. No se trata sólo de que aprendamos a leer tablas y gráficos, sino de algo más: tener criterio propio en la postura que se ha de adoptar en los grandes temas que nos afectan, como son el calentamiento global y el efecto invernadero, crecimiento y decrecimiento demográfico según las sociedades, derramamiento de petróleo en el océano, desertización, pérdida de espacios naturales, crecimiento urbanístico desusado, etc. Todo ello viene apoyado en un gran aparataje matemático que hay que entender.

La sociedad democrática necesita ciudadanos con dominio matemático para afrontar la complejidad de la misma y los cambios que se producen. La información crece de manera exponencial, y el ciudadano debe saber cómo manejarla. Los debates sociales y políticos se apoyan en una importante base cuantitativa. Raro es el día que no aparecen resultados de encuestas, conclusiones de estudios. Es necesario saber analizar los resultados, darles su justo valor. Y están las NNTT, para cuyo uso y manejo hacen falta algoritmos cada vez más complejos.

Por ello, en la enseñanza se ha de acentuar el saber hacer y el saber para hacer, más que el saber memorístico. Lo que la vida exige con sus transformaciones y sus cambios profundos va más allá de lo que se pide a los alumnos en los libros de texto. Las necesidades del mundo real imponen que los conocimientos escolares se integren, se adquieran con sentido y significado y se conviertan en una parte integrante de la experiencia. Cuando el sujeto abandone el sistema escolar va a tener que aplicar lo que en él ha aprendido en contextos mucho más variados y menos estructurados, en situaciones para las que no existe ningún manual de instrucciones. Tendrá que saber elegir entre los diferentes conocimientos, aplicarlos y extrapolarlos. Porque en la vida real no pasa como en el colegio o en el instituto: una vez que las cosas se han hecho, son difíciles de corregir e imposible de retrotraerlas a la situación inicial.

Nuestros actuales alumnos van a vivir en el siglo XXI. Va a ser el siglo de la gran unificación de las ciencias, articuladas en el núcleo común de las matemáticas. En muchos aspectos hoy no sería fácil distinguir entre física, química, biología, ecología, astronomía, matemáticas. Todo está unido. Como señala Ian Stewart , "las matemáticas dan hoy una explicación de la vida en casi todos los sentidos, desde el ADN hasta los bosques tropicales, desde los virus hasta las bandadas de pájaros, desde los orígenes de la primera molécula autorreplicable hasta la majestuosa marcha imparable de la evolución".

Así está el problema. Hay que enseñar matemáticas de otra manera, abordarlas de otra forma. No es fácil el cambio y, lo sé por experiencia, se puede llegar a ofrecer una gran resistencia al mismo. Pero así no podemos seguir. Nuestros alumnos no traen de nacimiento una tara genética que les impida aprender matemáticas, como parece desprenderse de los malos resultados que se obtienen, de la actitud negativa que crean hacia la materia, del analfabetismo funcional que arrastran en este campo del saber. Hay que cambiar, y eso significa abandonar el etéreo mundo de la palabrería, que tanto abunda en la educación, y llegar al más prosaico y efectivo de los hechos.

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