¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
La tribuna
LAS administraciones educativas parecen creer que una de las propiedades de los orientadores escolares es la elasticidad, que pueden estirarnos y estirarnos para atender cada vez más alumnos y más tareas, sin quebrarnos.
Porque los profesionales de la orientación hemos pasado de ser llamados pakistaníes, porque nadie sabía pa-qui-están, a ser reclamados para todo. Diariamente nos consultan familias y alumnos, equipos directivos y profesores. Asumimos la coordinación los tutores, lo que sólo con la ESO supone preparar cuatro reuniones a la semana. Impartimos sesiones de tutoría con los grupos de Diversificación, charlas informativas y entrevistas con alumnado de todos los niveles, con los padres siempre que es necesario. Dedicamos horas a la recepción de nuevos alumnos. Realizamos pruebas, entrevistas e informes, lo mismo para alumnos con dificultades que para los que tienen altas capacidades, tanto para Salud Mental como para Servicios Sociales.
Coordinamos a los profesores de Diversificación, de apoyo a la integración, de FP Básica y de aulas específicas y habitualmente también programas como Forma Joven o Escuela Espacio de Paz. Cada vez pasamos más horas al ordenador porque todo lo que hacemos tiene que reflejarse en el programa Séneca. Y todos los recursos que se piden para un alumno, desde un intérprete de signos para un sordo o adelantar de curso a un superdotado pasan por nuestra intervención. Realizamos guardias, muchas veces de convivencia, asistimos a tantas sesiones de evaluación como nos piden y a algunos incluso les presionan para impartir materias varias. Más aún, desde hace años no hay normativa educativa que se publique que no incluya nuevas tareas para nuestro gremio. Sea asesorar y firmar un consejo orientador para cada niño o protocolos varios, desde los de abuso, los de maltrato o los de acoso.
En cuanto a los casos de acoso, se generó un importante debate televisivo a raíz de ellos hace unos meses, en el que distintas voces reclamaban más orientadores para poder prevenir e intervenir a tiempo. Sin embargo, el efecto real que ha tenido ha sido sobrecargarnos aún más, porque las familias piden que se inicie el protocolo con más frecuencia. Ojalá la petición de más profesionales se recordara igual de bien.
¿Cómo se asigna el número de orientadores por centro? En otros países hay fijada una ratio orientador/alumnos y la Unesco recomienda un profesional para cada 250, que por supuesto Finlandia cumple. Aquí, sin embargo, no tenemos ratio alguna. Una prueba evidente es que yo trabajo sola en un instituto con casi mil, es decir, que cuadruplica lo recomendado. Y mi caso es habitual. Puesto que para ampliar este cupo sólo tienen en cuenta el número de grupos de ESO, no el resto de enseñanzas: ni Bachillerato, ni Formación Profesional, ni adultos… a pesar de que tenemos que atenderlos. De hecho, según la cifra total de estudiantes de un centro se incrementa el número de docentes, de directivos y hasta de conserjes. Menos de orientadores.
Para colmo, en los últimos años la normativa sobre el curso siguiente no se publica hasta el final. Si ello provoca indignación en docentes y en familias, que no saben cómo y dónde matricular a los niños, imaginen lo que supone para nosotros, los encargados de orientarles, que nos vemos convocando reuniones aceleradas hasta el último minuto e improvisando consejos orientadores. Incluso re-orientando a marchas forzadas porque las instrucciones finales contradecían las que se habían publicado sólo un mes antes. Es decir, estirándonos más y más.
Ésta es la situación en los institutos públicos, en los privados aún cuentan con menos horas de orientación y en Primaria el desbordamiento es absoluto. A pesar de que las sucesivas leyes educativas no se cansan de repetir que los primeros años de escolaridad son los claves para prevenir y detectar las dificultades de aprendizaje, para fomentar el éxito escolar, las orientadoras de Primaria que conozco atienden cada una a cuatro colegios, así que se centran básicamente en diagnosticar los casos más graves.
El mes pasado nos presentaron en los medios a una nueva consejera de Educación y a un nuevo ministro. Ojalá alguien les haga llegar esta realidad para que puedan tomar medidas, si es que realmente persiguen la calidad educativa. Lo que observamos es lo contrario, que hace ya varios años que no se convocan plazas de orientadores en las oposiciones.
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