¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
PRIMERA bala del Sevilla desperdiciada en pos de ese alto objetivo que es la clasificación para la Liga de Campeones. Ante el Mallorca, el equipo de Julen Lopetegui tendrá una segunda oportunidad y si la logra lo habrá hecho a falta de dos jornadas, y además por tercera temporada consecutiva y por la vía de la Liga, algo que sería histórico. Pero lo verdaderamente histórico es el cabreo general de un sevillismo que no da crédito a lo que ve con su equipo tercero.
Porque el espectáculo que dio el Sevilla en Villarreal fue de todo menos reconfortante y llueve sobre mojado ahora que la primavera más fría y húmeda que se recuerda entra en el calor de verdad. Ya se le eche la lírica que se le eche a la épica de los dos héroes del partido, Bono, con sus paradas salvadoras, de nuevo, y con su subida clave a un córner y Koundé con su oportunismo casi en el minuto 96... La épica es otra cosa. El muestrario de impotencia, desde luego, no está incluido.
Ya es patente el debate sobre la gestión de Lopetegui de una plantilla reforzada en enero en pos de los más altos objetivos. El mensaje del club es que la Champions es la solución de todo, confundiendo economía y fútbol, ay, y también que no fue el club el que vendió pelear por la Liga, dejando entrever que puede ser ésa la razón del enfado del sevillismo. Y no, no es ésa. La razón es que el aficionado no disfruta con su equipo casi nunca. O mejor, sufre casi siempre, aun ganando.
Es como un argumento ad hominen. Falaz como el nombre de Liga de Campeones en el que está a punto de entrar un equipo –lo tiene en su mano – que tendrá muchas cosas, pero que de campeón tiene poco esta temporada. Porque que el sevillismo sea muy exigente o esté cabreado por no poder luchar por la Liga no es premisa para acusarlo de no entender los problemas del equipo de Lopetegui. Y a ese sevillismo le molesta ya hasta que su equipo juegue la Champions sin jugar a nada...
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