¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
La historia suele tratar a las mujeres con dos criterios: el de la excepción y el de la exclusión, si bien la excepción solo es una forma retardada de exclusión. La reflexión, que hago mía, la expresó hace unos años mi colega Nuria Barrios en un precioso y acertado artículo, titulado: María Zambrano no es una estación de tren, cuya lectura les recomiendo. Y me viene al pelo porque observo gratamente como de un tiempo a esta parte asistimos a una eclosión de recuperaciones de la memoria y del olvido –en un ejercicio de justicia que llega tarde, pero llega– sobre las pioneras: las primeras en romper los viejos y trasnochados tabúes de la época que les tocó vivir. Mujeres olvidadas, valientes, únicas, que van “apareciendo” en los sectores más variados, como las que recoge Ángeles Caso en su libro Las desheredadas (Ed. Lumen) en el que repasa las vidas de un grupo de escritoras, artistas y compositoras, de los siglos XVIII y XIX, que no aceptaron el orden imperante; el de Carmen García Pioneras: mujeres en la conquista de América (Ed. Sekotia) sobre las que allí se fueron y de las que nunca supimos ; o en el que estamos trabajando, y que pronto verá la luz: las pioneras en la dirección de diarios y revistas en España que, de creer lo que se ha escrito en las historias del periodismo español, resulta que nunca existieron, pero haberlas, haylas y en un número importante. Repartidas por todo el territorio español y las antiguas colonias americanas, dirigieron una gran variedad de publicaciones en las que desarrollaron temas tan interesantes como polémicos, algunos de los cuales aún pervive hoy (da que pensar cómo, a pesar de los siglos transcurridos, se siguen repitiendo los mismos problemas y desvelos de las mujeres). La vida de cada una de ellas daría para una serie en Netflix. En el caso de las periodistas, como no las dejaban escribir en los periódicos, tabúes de la época, se lanzaron a fundar y dirigir sus propias publicaciones para poder decir lo que querían y prestar su voz a tantas mujeres que no podían tenerla. Pocas cosecharon éxito, pero eso no les impidió seguir intentándolo hasta que se les acaban las fuerzas o el dinero, en un derroche de fe y empeño. Y entre ellas me he encontrado, grata sorpresa, con un buen número de andaluzas, como la sevillana Amalia Domingo Soler; la jiennense Patrocinio de Biedma; la granadina Enriqueta Lozano; las gaditanas María Josefa Zapata y Margarita Pérez de Celis o la cordobesa Adela García, entre muchas otras. Pioneras: la historia las borró de sus índices. Es tiempo de recuperarlas.
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