Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Ahora a la de educación, y con terrible virulencia. La ley Celáa, perpetrada a lo largo de todo su procedimiento con alevosía característica, total desprecio hacia los diversos agentes educativos afectados y con la nocturnidad propiciada por el estado de alarma que tantas tropelías gubernamentales ha facilitado, es un ataque frontal contra ella. Algo hecho posible porque esta libertad fundamental, reconocida en la Constitución y en la Declaración Universal de Derechos Humanos, va perdiendo el respaldo social que su extraordinaria importancia merece.
Las familias españolas tienden a priorizar los elementos materiales de la educación -aspecto del colegio y de las aulas, equipamiento informático, espacios deportivos o la propia ubicación del centro-y prestan una atención menor a las cuestiones que determinan la calidad de la formación que los niños y jóvenes reciben. Muchos padres, que se preocupan muy justamente por los ingredientes del catering, no tienen interés por los contenidos de la enseñanza que reciben sus hijos, por las actividades complementarias que realizan o por el ambiente que reina en el colegio. Ese escaso interés se relaciona con una irresponsable indiferencia por la libertad de educación, seriamente erosionada en España ya desde hace años en su doble vertiente: en la facultad de los padres para elegir el centro y el tipo de formación que desean para sus hijos, y en la no menos fundamental de los agentes sociales para crear centros y dotarlos del ideario y del modelo pedagógico que prefieran. Hoy vemos que se puede afirmar, y la nueva ley es la consagración del principio, que la educación de iniciativa social es meramente subsidiaria de la estatal, cuando la doctrina contraria ha sido y es, allí donde la libertad de educación es apreciada, la clave de su respeto.
Entre los países de lo que debiera ser nuestro horizonte, España es el que presenta peor evaluación en los informes PISA y también el que posee un modelo educativo más criticado por los ciudadanos. Cerca de un 80% de los españoles está insatisfecho con él, lo que muestra un descontento que va más allá de las diferencias ideológicas o de desniveles sociales y regionales. Sería interesante llegar a saber hasta qué punto se vinculan la insatisfacción de los españoles con el actual modelo educativo y su escasa conciencia acerca de la importancia de la libertad de enseñanza, pilar de cualquier modelo exitoso de educación.
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