La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Soy un oxímoron: un articulista afortunado. Magníficos compañeros de columnata padecen las iras y las sornas de sus lectores. Yo, no. Es asombroso, porque no diríamos que mi pensamiento es el dominante ni que lo escondo. He recibido, por supuesto, manifestaciones de profundo desacuerdo, pero nunca insultos, ni me han atribuido ideologías que no sostengo. El mérito es de mis lectores. Sobre todo, de mis lectores que no piensan como yo, pero que piensan (del verbo pensar) como yo.
Acabo de tener otro ejemplo. El martes escribí un artículo sobre la Constitución, lo que, hoy por hoy, es dar una patada a un avispero. Sostenía que la Carta Magna exige una reforma integral, que nos salve y la salve, con lo que podía molestar a los constitucionalistas campantes. Pero rechazaba el rechazo frontal, con lo que podía irritar a los anticonstitucionalistas acérrimos, que ven que el 78 desembocaba en este 23 aciago.
No recogí aplausos unánimes, naturalmente, pero nadie me insultó. A la vista de cómo va el debate constitucional, eso es un milagro. Encima propusieron reformas que mejorarían nuestra política sin necesidad de abrir en canal la CE. Por ejemplo, cambiar la ley electoral para que los votos de los españoles tengan el mismo peso y limitar el poder decisivo de las micro minorías nacionalistas. Yo eso lo firmo. También cerrar de una vez el sistema de traspaso de competencias (e incompetencias) a las autonomías. Firmo.
Todavía hay algo más sencillo que solucionaría de un tajo al nudo gordiano una infinidad de nuestros problemas nacionales. Cerrar el grifo de la deuda pública. Bastaría una sensata ley que prohibiese a los políticos gastar por encima de lo recaudado. Si bajasen los impuestos, ya sería gloria bendita, pero, para empezar, bastaría que se limitasen al dinero que tienen, como intentamos hacer las agobiadas familias. La estructura política artificialmente inflada se vendría abajo como un soufflé y, con el soufflé, tantísimo conflicto, lío y demagogia.
Mientras el dinero (que no tenemos y que tendrán que poner nuestros hijos) siga regando el sistema político español (con todas sus sucursales partidistas y autonómicas), no habrá remedio. Está muy bien que nos preocupe la división de poderes y la soberanía nacional y que pidamos a la Constitución que proteja a la nación mínimamente. Pero si cerrásemos el grifo de la pasta, muchos problemas desaparecerían de golpe y porrazo.
También te puede interesar
Lo último