¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
NICOLÁS Redondo veraneó varios años en una casa de alquiler en la costa de Cádiz, donde recibía algunas visitas -pocas- de dirigentes locales del PSOE. A pesar de las insistentes invitaciones, Redondo no quiso pasar una de tarde de toros en El Puerto, con el argumento de que a Pablo Iglesias no le gustaba la fiesta, aunque quizás fuese una excusa para evitarse una exposición social. Este metalúrgico, fallecido esta semana a los 95 años, fue un sindicalista de hierro, un tipo coherente que pasó varias veces por las cárceles franquistas.
A pesar de que estaba llamado a liderar el PSOE y la UGT, dejó que Felipe González fuera el secretario general del partido, mediante un acuerdo que se cerró antes del congreso de Suresnes de 1974. A esta ciudad de las afueras de París ya fueron los delegados con la dirección pactada. Antes, los socialistas vascos, asturianos y sevillanos habían defenestrado a Rodolfo Llopis, y lo habían sustituido por una gestora, de la que resultó que el periódico El Socialista se editase desde Sevilla.
La propaganda de entonces del partido, así como la intervenciones de sus líderes en reuniones clandestinas y, después, en los mítines serían hoy calificadas de extrema izquierda. Los más radicales eran, precisamente, los socialistas sevillanos, capaces de insultar a Pablo Castellanos, al que nunca tragaron, bajo la acusación de socialdemócrata. Pero había un mundo entre la dialéctica alocada y revolucionaria y el compromiso real con un modelo parlamentario democrático, y eso fue lo que llevó a Felipe González a abjurar del marxismo y a dimitir, para volver después, como secretario general. El PSOE de finales del siglo XX o fue una invención de González o una refundación de raíz.
El partido no resurgió de las cenizas del franquismo, porque el hilo que le llevaba desde la Segunda República a la Transición, era una conexión demasiado débil para argumentar una continuidad lineal, desde Suresnes al primer Gobierno de 1982 sólo hay ocho años. En ese sentido, Redondo no fue el hombre que pudo ser, fue González, y ése fue el acierto del ugetista.
Pero el alejamiento con Redondo no vino de entonces, sino del ejercicio del poder, de los primeros años del Gobierno de Felipe González, de la reforma de la Seguridad Social y de la reconversión industrial. El carácter obrerista del partido se fue diluyendo, a la vez que Miguel Boyer y, sobre todo, Carlos Solchaga llevaban a los gobiernos por una exitosa vía pragmática, aunque no resultase del todo coherente con origen sindical del partido, pero en eso también consiste la política. Tanto que el PSOE es uno de los pocos partidos europeos que han sobrevivido al siglo XIX y al XX, y gobiernan en el XXI.
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