¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
MARÍA (o Mery) Bas, la componente femenina del dúo Nebulossa, no es la primera señora en proclamar su condición de raposa. Más radical era la famosa canción del grupo punk Las Vulpes, Me gusta ser una zorra, que a principios de los ochenta era coreada sin complejos por muchas niñas de colegios de monjas que hoy son respetables madres de familia. Era otra España, más conservadora y libre. Cuando uno escucha canciones no quiere historias ejemplares, sino cuplés de femmes fatales, tangos de cornudos desesperados, boleros de amantes abandonadas, quejíos de dolor genital. La canción Zorra no está mal, siempre que se tenga en cuenta su condición discotequera y hortera, de kleenex musical de usar y tirar. Dan ganas de volver a los 25, atiborrarse de combinados en vaso de tubo y marcarse un dancing golferas. Tampoco llaman demasiado la atención los bailongos barbudos con corsé y tanga, dentro de la más estricta tradición cabaretera, que siempre, incluso durante el franquismo, tuvo una ambivalencia transgénero.
¿Cuál es el problema, entonces? El tonillo pedagógico de la copla. Más bien la interpretación que se ha querido hacer de la misma. Que una mujer se llame zorra a sí misma entra dentro de las fantasías más tórridas de cualquier machirulo sin depilar. Que esto se considere como un instrumento de empoderamiento y liberación femenina solo puede ocurrir en una sociedad tan mema como la de la España poscovid. Que, además, el propio presidente del Gobierno aproveche la polémica para, en un programa de las cloacas de progreso, arremeter contra la fachosfera (es decir, contra todos aquellos que no se consideran de izquierdas) es un síntoma de hasta qué punto el inquilino de la Moncloa ha perdido el norte y está dispuesto a dividir a los españoles en bloques polarizados e irreconciliables. Y todo el mismo día que anuncia que está dispuesto a cambiar la Ley de Enjuiciamiento Criminal para atar de pies y manos a los jueces y librar a Puigdemont y sus secuaces de rendir cuentas por su intento de golpe de estado. La zorra no es María Bas (un epígono de Alaska) la zorra es el señor presidente del Gobierno, que no pierde ocasión para asentarse en un sillón que sabe más inestable de lo que pretende aparentar.
Dijo Sánchez que está bien que “este tipo de provocaciones vengan del mundo de la cultura”, con lo que ya nos ha dejado claro cuál es su idea de cultura: manoseo de la Historia y música del Súper Pop. Todo esto no tendría la mayor importancia si no fuese porque detrás de tanta banalidad y provocación de garrafa se esconde un proyecto político que aprovecha las debilidades de un cínico para llevarnos al abismo de sus sueños.
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