¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
No ha cumplido todavía un año sentado en su despacho de la Plaza Nueva y el alcalde se ha cruzado ya dos veces medio mundo para visitar China. Nada que objetar. Entre sus obligaciones está la promoción internacional de la ciudad para abrirla a nuevas vías de negocio y para consolidar su imagen fuera de nuestras fronteras. Eso dice la teoría. Otra cosa es los resultados concretos que se puedan apuntar a tan agitado peregrinar. Está bien que José Luis Sanz vea mundo. Uno de los defectos que siempre se han atribuido a Sevilla es el del ensimismamiento y el de encerrarse dentro de sus propias murallas. Aunque no deja de llamar la atención tanto interés por el extremo oriente, sobre todo si se tiene en cuenta cómo está el patio de su casa y cómo le van surgiendo charcos a cada paso que intenta dar. Pero esa es otra historia.
Circunstancias coyunturales al margen, conviene no olvidar que China se está configurando día a día como la potencia que disputa la hegemonía mundial a Estados Unidos y que está proyectando sus tentáculos allá donde ve posibilidades de inversión y de influencia, que para el régimen de comunismo capitalista de Pekín viene a ser lo mismo. Ver a José Luis Sanz tan imbuido en los grandes movimientos de la geopolítica mundial y del cambio de polaridad estratégica es cosa digna de ser tenida en cuenta. Algo se traerá para casa. A ver si lo cuenta pronto y ello contribuye a destensar un poco el ambiente más que enrarecido que se respira en el Ayuntamiento de Sevilla al que se le abre un mes de junio de alto voltaje y peleas a cara de perro.
Quizás sea derivada directa del influjo del alcalde, lo cierto es que China se pone de moda por estos lares. Ya es casualidad: mientras el alcalde desarrollaba una actividad febril en Shanghái y diseñaba junto a un potente think tank estrategias para, según su gabinete de prensa, atraer a empresas tecnológicas y del automóvil, Juanma Moreno se reunía en San Telmo con una delegación de la cúpula del Buró Político del Partido Comunista de China. Nada más y nada menos. A Felipe González, allá por la prehistoria, le gustaba citar una frase de Deng Xiaoping, el gran transformador de la China de después de Mao: “gato blanco o gato negro da igual; lo importante es que cace ratones”. Da gusto ver cómo, en esta ocasión cogidos de la mano, Sanz y Moreno se aplican la doctrina de Deng y miran con entusiasmo y ojos rasgados al gigante asiático.
Queda por ver qué resulta de todo esto. En China, ya se sabe, el tiempo no se cuenta por años sino por décadas y que esta ofensiva oriental traiga resultados tangibles es algo que no se va a poder comprobar de inmediato. Lo mismo había que dedicarse con parecido entusiasmo a mimar otros potenciales inversores más cercanos a nuestra sensibilidad y nuestros intereses. No vaya a ser que, como tantas veces, todo esto sean al final naranjas de la China.
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