NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Incienso para recibir a un Pedro Sánchez contra las cuerdas
Postdata
Aestas alturas, si algo resulta claro en relación con la violencia doméstica es que las estrategias no están funcionando y que el fenómeno, lejos de remitir, manifiesta crecientemente sus consecuencias más trágicas. Quizá por ello, llega la hora de abordar el problema con el rigor y la objetividad exigibles. En este sentido, acaban de ver la luz los resultados del Proyecto sobre el Estado del Conocimiento del Abuso en Pareja (PASK), un compendio de más de 1.700 trabajos cuyas conclusiones publica la revista Partner Abuse. En el mismo, fruto del esfuerzo de un grupo de 42 académicos pertenecientes a 20 universidades y centros de investigación estadounidenses, se desmonta el clásico tópico al uso: excepto en lo referente a la coacción sexual, hombres y mujeres perpetran abusos físicos y no físicos en porcentajes similares. La mayor parte de la violencia doméstica es, pues, mutua, está relacionada con los mismos factores de riesgo y se nutre de motivaciones semejantes. Según John Hamel, el editor de la obra, en las últimas décadas "la investigación sobre el abuso en pareja se ha ido fragmentando y politizando innecesariamente", lo que complica en extremo la posibilidad de encontrar soluciones eficaces.
En realidad, ya existían documentos anteriores que señalaban idéntico error. En 2007, otra aportación parecida (Bidireccional y simétrica: 111 estudios sobre la violencia en pareja) denunciaba la utilización de dos modelos de medición de ésta: uno, unidireccional, sólo cuantifica la violencia ejercida por los hombres; el otro, bidireccional, mide tanto la de los hombres como la de las mujeres. Habiéndose optado equivocada y mayoritariamente por el primero, todas las políticas, intervenciones legislativas y apoyos presupuestarios se han decidido con criterios puramente ideológicos, carentes de cualquier comprobación empírica. Sobre la falsa idea de que no existe más violencia que la masculina se ha construido un complejo andamiaje preventivo y represivo, violador de derechos fundamentales e inútil, al cabo, por cuanto exacerba las conductas más irracionales y graves.
Vuelvo al inicio: si de lo que se trata es de perpetuar las trincheras, sígase por donde se va; pero si lo que en verdad se quiere es erradicar tan inasumible lacra, modifíquese la óptica, abandónense los maniqueísmos estériles y comiéncese a diagnosticar y a medicar el síndrome en su intrincada y descorazonadora totalidad.
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