¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
EL certero trazo de Peridis siempre ha dibujado en sus viñetas a Alfonso Guerra como una avispa de prominente aguijón. Y el político sevillano no ha perdido con la edad sus habilidades léxicas de usarlo cual dardo en la palabra. Esta semana lo ha demostrado de nuevo con sus críticas a las reformas orgánicas que, a modo de trágala, los partidos que conforman el Gobierno del Reino de España han colado vía enmienda en la nefasta Proposición de Ley con la que se va a modificar el Código Penal, suprimiendo el delito de sedición y rebajando el reproche penal al de malversación: un traje a medida para Oriol Junqueras y sus conmilitones que parece salido de las mejores sastrerías.
El Congreso ha votado ya el nuevo texto legal –ni siquiera el intento de suspender el trámite de forma cautelarísima por orden del Tribunal Constitucional, a instancia del PP, lo ha impedido, porque tuvo que aplazar el pleno– y entrará en vigor, si el Senado lo valida, cuando quede negro sobre blanco en el BOE.
Cambiar nada menos que la forma en la que se renueva el Tribunal Constitucional o el Consejo General del Poder Judicial a toda prisa, alterando incluso la mayoría cualificada que ahora se exige, es mucho más que un cambio legal impulsado por la mayoría hetereogénea de izquierdistas e independentistas que sostiene al poder Ejecutivo.
Guerra, sin ser formalmente ponente de la Constitución, tuvo un papel decisivo en la confección de un texto que está avalado por el consenso político y la mayoría de la población, y por ello le han preguntado su criterio sobre si se está produciendo una reforma fraudulenta de la Carta Magna.
La respuesta fue negativa, pero Guerra advirtió con tino que sí estamos ante una mutación constitucional.
Esto es, “sin necesidad de cambiar el texto, la literalidad de la Constitución, se está modificando, mutando, los criterios que la Constitución establece con mucho rigor”, según afirmó él mismo, que defendió la coherencia de sus posiciones frente a las del líder del PSOE, porque cambia constantemente de criterio. Miente, preciso yo.
La advertencia no es baladí: una mutación constitucional puede tener como efecto el cambio real de un sistema político y democrático. Pregunten en Venezuela.
Porque además es falso que la Constitución obligue a que el Poder Judicial se mimetice con la mayoría política que haya en cada momento en las Cortes Generales, como es una falacia responsabilizar sólo a una parte –el PP– del bloqueo en un acuerdo para renovar el Poder Judicial que exige los tres quintos del Congreso, porque también bloquea el Gobierno al aceptar el pacto sólo si se hace tal y como pretende imponer, rayando el autoritarismo.
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