La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Tenía la elegancia del actor Lawrence Olivier, del escritor Carlos Fuentes o del político Joaquín Garrigues Walker. Por eso Pepe, el panadero de San Bruno, considera una maldición que tanta elegancia fuera dilapidada cuando el seleccionador alemán decidió retrasar la posición de Franz Beckenbauer. Los creadores no están hechos para destruir. Estaba escrito en su destino. Nace nueve días después del final de la Segunda Guerra Mundial. Del mismo modo que Antonio Tabucchi simpatizó con Portugal por los fados de Amalia Rodrigues y los goles de Eusebio, muchos niños nos hicimos germanófilos viendo jugar a Beckenbauer. Menos los niños del Atleti, claro.
Pronto se cumplirán cincuenta años de una doble gesta que no ha vuelto a producirse en la historia del fútbol mundial. Nunca en casi siete décadas de Copa de Europa un equipo la había ganado el mismo año que su selección se proclamaba campeona del Mundo. Y eso sólo ocurrió en 1974 con el Bayern de Múnich y con Alemania. Hubiera bastado con que Miguel Reina desviara el obús que lanzó el impronunciable Schwarzenbeck en la prórroga del estadio de Heysel para que el gol de Luis Aragonés a Sepp Maier le diera al equipo colchonero la única Copa de Europa de sus vitrinas. El empate conjuró el sueño, hubo partido de desempate y debacle calderoniana.
Al equipo bávaro lo capitaneaba Beckenbauer, que se movía por el pastizal con aires de pavana. Debutó con 21 años en el Mundial de Inglaterra de 1966. Esa guerra mundial también la perdieron. Cayeron en semifinales contra Italia en el de México 70, evitando un duelo Pelé-Beckenbauer en la final. Nos regalaron un épico partido de semifinales contra Italia que yo vi en casa de mi tío Manolo, que entonces era portero de fútbol, y Pepe vio en el bar Vizcaíno, cerca de la casa donde nació Belmonte. A la tercera fue la vencida. El año de la muerte de Beckenbauer se cumple medio siglo de una final entre dos selecciones capitaneadas por dos de los grandes artistas que ha dado este deporte, Beckenbauer y Johan Cruyff.
Nunca se vio con Pelé y DiStéfano, con Maradona y Platini o con Messi y Cristiano. Dos renacentistas de alma florentina en un deporte que era un sucedáneo de la guerra sin cuartel.
Beckenbauer, el Carmelo de Baviera (al futbolista del Cádiz lo bautizó Michael Robinson “el Beckenbauer de la Bahía”), ha muerto dos días después que Mario Zagallo. Éste fue campeón del mundo con Brasil como jugador y entrenador, igual que Beckenbauer con Alemania. Este año la Eurocopa vuelve a Alemania, como en 1988, un año antes de la caída del muro de Berlín. Yo la llamo la Eurocopa de Cortelazor, porque todos los partidos menos el inaugural y la final los vimos en la casa que Mercedes de Pablos tiene en ese pueblo de la sierra de Huelva. Esa Eurocopa la ganó Holanda a la URSS y Gordillo jugó su último partido internacional contra la Alemania de Beckenbauer. Que ganó el Mundial de 1990. Aquel que empezó con la derrota de Argentina frente a Camerún el día que fui con Atín Aya y Pedro Tabernero a entrevistar a Muñoz Molina en Granada. Beckenbauer contra Cruyff. Como Góngora contra Quevedo, D’Artagnan contra Richelieu o Grass contra Llosa.
También te puede interesar
Lo último
Investigación y Tecnología
Los beneficios del yoga invertido que potencian la concentración y ayuda a reducir el estrés