Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Tiempos modernos
CON la caída del Muro de Berlín se derrumbó, por lo que sabemos ahora, mucho más que los bloques de hormigón que estos días demuele la simplicidad narrativa de la televisión. Cayó la historia misma, de la que sobreviven las anécdotas. El choque de dos concepciones sociales y políticas -la dialéctica que argumentó la Guerra Fría- se esfuma en la escritura mediática de las conmemoraciones.
¿Qué ingredientes construirán el imaginario de los jóvenes, que ven pasar por la historia-pantalla retazos visuales de la Segunda Guerra Mundial, Mayo del 68, el Muro de Berlín o la Guerra Civil, en mercaderías que presentan los grandes hitos como sucesos desposeídos de su naturaleza ideológica, política y cultural…?
En este país donde se reivindica la memoria histórica, recientes procesos de exhumación de cadáveres de la Guerra Civil han sido instrumentalizados como litigios de la actualidad. Se desvirtúa con ello el sentido último de la iniciativa o se cultivan protagonismos que, despojados de toda ética por quienes les ponen foco, se convierten en narraciones sensacionalistas.
De esta despolitización de la memoria, por emplear el término de Kristin Ross, y de la autoesterilización ideológica de la izquierda nace esa imagen complaciente del pasado que anula la capacidad pedagógica de la historia. Despolitizar la memoria supone, asimismo, despolitizar el presente, en beneficio de los usufructuarios directos de la acción política despolitizada…
Contribuye a este paisajismo de lo pasado y a las pinceladas del paisanaje de ocasión -gente que pasaba por donde estaba la cámara- una labor previa de la sociología más conservadora, que simplifica lo complejo en estándares, patrones, modas… En fenómenos sociológicos que igual nos explican el botellón que la protesta estudiantil frente a Bolonia, con un sentido homeostático que reconduce el conflicto a los marcos de una pretendida normalidad social…, a mercancía empaquetable en papel de celofán. No hay movimiento tectónico en la superficie de la historia que se resista al reciclado que sirve de base a la historia-pantalla de las conmemoraciones mediáticas. Una nueva forma de desinformación que permite vender espectáculo gran-público.
Cuando al desprestigio de los políticos sigue dramáticamente el de la política, difícilmente puede reivindicarse esa dimensión política de la memoria como arsenal de ideas, utopías y fracasos en la construcción de una sociedad mejor. ¿Deberemos, entonces, conformarnos con la imagen de que la caída del Muro de Berlín supuso para los alemanes del Este poder cambiar sus viejos Trabant por flamantes Volkswagen...?
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