Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
MÁS allá de la opinión generalizada de que en el cara a cara televisado se impuso Alberto Núñez Feijóo sobre Pedro Sánchez, lo importante es saber qué tendencia deja en el electorado la única cita en la que ambos contrapusieron sus ideas y sus liderazgos respectivos, en fondo y forma, y si modifica el voto.
El lunes ya escribí que el debate comenzaba en Murcia. Y así fue: las posibles alianzas postelectorales con Vox estuvieron presentes en todos los bloques, por el (torpe) empeño de un Sánchez frenético por su soberbia, y Feijóo no sólo recordó que Vox había votado bloqueo esa mañana con la izquierda en Murcia, sino que su minuto de oro (sabiendo que cerraba el duelo) lo centró en que el voto útil para asegurar el cambio en el Gobierno sólo es al PP.
Pero antes del debate otro hecho relevante dinamitó la campaña, aunque por su proximidad en el tiempo, no estuvo presente en los 100 minutos de intercambio de golpes en directo.
Ocurrió en Durango, en Vizcaya. En un mitin conjunto, ERC y Bildu fanfarronearon de los peajes que cobrarán a Sánchez si la aritmética parlamentaria permite una nueva mayoría Frankestein: serán aún más perniciosos para España de los que ya han cobrado en la legislatura recién acabada. En el atril Arnaldo Otegi, Oriol Junqueras –que allí pidió apoyo a sendas repúblicas independientes en Cataluña y País Vasco porque no está preso por un indulto de Sánchez– y Gabriel Rufián: “El PSOE no hace, al PSOE se le obliga a hacer”, dijo.
De ninguno de los dos partidos separatistas renegó Sánchez en el debate, mientras repetía “PP y Vox son lo mismo”.
El voto moderado decide las elecciones en España y por eso, admitió ayer el sin par Rufián, teme una mayoría como la de Andalucía en junio de 2022.
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