¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El espectro de Paulina Crusat
Pasa la vida
OJALÁ sirva la movilización verdiblanca para que el Estado de Derecho se reinstaure en Heliópolis y en el beticismo vuelva a primar la simpatía. Manque gane. Sería muy frustrante que se ahogara en la galbana veraniega este 15-J de Libertad sin ira y ausencia de referéndum para el voto de los socios béticos. Pero la saludable y potente manifestación de ayer (con su inevitable cuota de frívolos, noveleros y oportunistas) obliga a convertirse en portavoz de los muchos sevillanos que se llevan las manos a la cabeza por hacer balance de la participación ciudadana y constatar que, si hacemos excepción de los crímenes terroristas, los únicos asuntos locales que ponen en pie una concentración de decenas de miles de personas son los triunfos y los hundimientos de Sevilla y Betis.
La tardía cruzada contra Lopera (servidor ya decía lo mismo el siglo pasado de semejante personaje) recordó ayer a la manifestación de sevillistas que en agosto de 1995 tomaron las calles para que la Federación no ejecutara el descenso administrativo del Sevilla a Segunda B, y de paso poner a caldo a Cuervas. Desde entonces hasta ahora, ha habido y hay motivos para vivir otras marchas verdes, blancas o incoloras. El desastre ecológico de Boliden, los retrasos del Metro y su desmarque del casco antiguo, el tremendo índice de fracaso escolar, la sangrante destrucción de empleo, el timo de la deuda histórica, los colapsos del tráfico urbano y metropolitano, la burla del plan de aparcamientos, la atroz marginación de los habitantes de las barriadas... A estas opciones que espigo a vuelapluma seguro que ustedes pueden añadir algunas más que también son de interés general para ciudadanos que son béticos o sevillistas de vocación, pero no viven de eso por mucho que sueñen ser el delantero centro que golea en el derbi.
Sevilla, a principios del siglo XX, estaba en el club de las diez provincias con más renta per capita. Un siglo después, estamos en la Segunda B de las más pobres que no llegan ni a alcanzar el cuadragésimo puesto. La única manifestación cuya fuerza ha emanado de la conciencia de esa calamidad fue la del 4 de diciembre de 1977, cuando la Avenida y la Plaza Nueva fueron una marea blanca y verde exigiendo que Andalucía saliera del pozo y fuera de Primera. Ahora el objetivo máximo es el pim pam pum contra Lopera. Qué poca marcha tenemos, mientras se erigen en sociedad civil Blas Ballesteros y Poli Rincón... Uff.
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