¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Podemos dormir por fin a pierna suelta desde que los españoles hemos sabido del comunicado de la Moncloa que descarta una posible crisis de Gobierno. Es un regalo impagable de nuestro presidente, que vela por nosotros día y noche, que cometió un error de nada, pecata minuta, al considerar que los marroquíes eran lelos. ¡Pelillos a la mar! Podemos descansar por fin como si nos hubiéramos tomado un bote entero de valerianas. Seguirán los mismos ministros. No saldrá ningún motorista con la carta de cese. Y en esta hora de calma oficial, de equilibro institucional garantizado y de fortaleza de las instituciones, podremos al fin pensar en lo realmente importante: la agenda 2050. No se habla de otra cosa en todas las tabernas de Andalucía, en las colas de las vacunaciones que tan bien ha organizado monseñor Aguirre, en los grandes almacenes y en las pymes. ¡Ni un andaluz sin comentar el plan de España para 2050!
La barrila que nos van a dar en las playas y en la sierra con las medidas que nuestro presidente y su laboratorio del Doctor Bacterio han ideado para las próximas décadas. Pero no seríamos justos si en esta hora de serenidad para toda la nación, gracias a ese comunicado de la Moncloa, no reconociéramos que el error de Juan Marín hace un año, cuando anunció una crisis de Gobierno en el Ejecutivo andaluz, no es ya una metida de pinrel exclusiva del sanluqueño. Doña Teresa Ribera, vicepresidenta novena, décima o undécima, sabrá Dios el ordinal que le corresponde, cometió un marinazo en TVE al aludir a la crisis de Gobierno y al dejar abierta la posibilidad ante la necesidad de abrir una etapa y esos blablablá a los que son tan aficionados nuestros políticos.
Es de manual de primero de política que las crisis de Gobierno nunca se anuncian, mucho menos se retransmiten. Corresponden al jefe del Ejecutivo, que un buen día comparece, anuncia los cambios y adiós muy buenas. Pero el circo de la política ha cambiado una barbaridad. Ahora todo está marcado por la bisoñez, la fatuidad, el infantilismo y las directrices de esos asesores que se tiran por el barranco y otras estupideces. La televisión y sus series tienen reblandecidos los cerebros de nuestros dirigentes. La pobre Ribera se quedó como nuestro incombustible Marín: con las patas colgando. Piénsenlo bien, dos vicepresidentes de Gobierno que quedan desautorizados por sus presidentes. Uno en Andalucía hace un año y la otra en Madrid esta semana. Hala, a dormir como lirones y a contar hasta 2050.
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