Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
EN la campaña electoral de 1996, el PSOE sacó a un dóberman para alertar del peligro que suponía la llegada al poder de la derecha. Siguiendo los criterios de Felipe González, que siempre mantuvo que si las cosas van mal es necesario lanzar un bomba atómica electoral y si van bien, dormitar, lo socialistas intentaron combatir la clara victoria del PP que pronosticaban las encuestas -hasta 14 puntos de diferencia en el arranque de la campaña-, insuflando miedo al electorado a través de un perro de una raza considerada peligrosa que simbolizaba a esa derecha que, sobre todo en el medio rural, tenía aún reminiscencias franquistas y no las ocultaba.
Aquellos comicios los ganó el PP por apenas 300.000 votos, pero tocó pelo por primera vez. Los populares, con José María Aznar como capitán general, se mantuvieron en el poder hasta 2004. Y lo cedieron por la mala gestión de los atentados islamistas de Madrid, que puso la victoria electoral en bandeja al PSOE y a José Luis Rodríguez Zapatero. Durante esos ocho años, el PP vacunó a la sociedad española más urbana contra ese "miedo a la derecha" que tan buen resultado siempre había dado a los socialistas en las campañas electorales.
En los últimos comicios municipales y autonómicos, donde Rajoy y los suyos cosecharon un triunfo sin paliativos premonitorio, ese miedo desapareció hasta en el medio rural, con una traslación del voto hacia el centro-derecha muy significativo. A pesar de ello, el PSOE, en esta campaña a la desesperada diseñada por Pérez Rubalcaba, también ha apostado por apelar de nuevo al miedo: miedo a los recortes en educación, sanidad y servicios sociales, miedo a un PP dispuesto a mermar el Estado de bienestar, miedo, en definitiva, a la derecha… Y, aunque en Madrid, Baleares, Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha, sin olvidar a la Cataluña de CiU con apoyo presupuestario de los populares, daban muestras de que sí, de que las tijeras de podar estaban haciendo su trabajo sobre el terreno de las conquistas sociales, el PP no ha parado de crecer en votos durante lo que llevamos de campaña. Tanto es así que ahora la incógnita es si alcanzará o no los 200 diputados. El miedo, el auténtico miedo que se ha movido en esta campaña, el mismo que lleva tres largos años asustando a más de media España, es el paro. Los cinco millones de parados que deja como legado Rodríguez Zapatero han sido demoledores para Pérez Rubalcaba y absolutamente benéficos para Rajoy.
Las recetas de los socialistas para combatirlo, tras una reforma laboral que no ha servido absolutamente para nada -bueno, para aumentar algo el trabajo temporal-, no son ahora creíbles para la misma aplastante mayoría que parece dispuesta a otorgarle a Rajoy la segunda mayoría absoluta más amplia desde la restauración democrática tras la que logró en 1982 Felipe González (202 escaños). Guste o no, la fórmula del PP, aunque no se conozca detalladamente a estas alturas, es la alternativa, una forma de esperanza con fecha de caducidad.
También te puede interesar
Lo último