La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Sevilla fina en la caja de Sánchez-Dalp
PASA LA VIDA
ES la segunda vez que lo hace, y la segunda que se lo criticamos. Vetar como hace el PP en Sevilla la concesión del título de Hijo Predilecto a Felipe González es una mezquindad que sólo salpica a quien la perpetra. La distinción más importante es ser votado libremente por sus conciudadanos para representarlos y gobernarlos. Felipe González lo consiguió cuatro veces consecutivas, plusmarca en la Historia de España, tan parca en periodos democráticos. Eso es un mérito tan indiscutible que desaira cualquier intento de negar la evidencia o de buscarle los tres pies al gato. Zoido, que tanto ha acertado al patearse los barrios y barriadas de Sevilla, lo tendría muy difícil para instalar su atril en las plazoletas y convencer a la parroquia de que es justo vetar al sevillano vivo más importante.
Los que hemos criticado a Felipe González por sus excesos en el poder y por los que consintió a su alrededor, así como por algunos desahogos verbales que comete desde que va por libre como reina madre de la democracia española, aún más hemos subrayado su extraordinaria su aportación al progreso político, económico y social de este país tan cainita. El hijo de un vaquero de Bellavista ha sido el mejor estadista que ha dado esta tierra y el que más predicamento ha logrado en la política europea y latinoamericana. Es insostenible poner eso en el fiel de la balanza al mismo nivel que una desafortunada frase mitinera dirigido a Rajoy. Es una tontería que evidencia la cortedad de miras y la desmemoria histórica de los dirigentes del PP andaluz.
Rectifiquen, aún están a tiempo, y demos por zanjado este asunto. A Felipe no le hace falta esa medalla. Pero si el Ayuntamiento las concede, no puede dejar de dársela. En caso contrario hace el ridículo.
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