Carlos Colón

El Metro

La ciudad y los días

03 de abril 2009 - 01:00

LLEGÓ, por fin llegó. Tarde -la primera idea surgió en 1969 y los primeros túneles se abrieron en 1978-, pero llegó. Incompleto, pero llegó. Sin atreverse a atravesar el centro histórico -lo que permitiría su auténtica y total peatonalización y nos hubiera ahorrado los carísimos 1.300 metros del Metrocentro-, pero llegó. Es el Metro, claro, la evolución en nuestro transporte urbano más importante desde que los autobuses sustituyeron a aquellos tranvías eléctricos (sustitución que, hoy lo sabemos, sólo hubiera debido ser parcial) con anuncios de Hojas de Palmera, Anís del Mono o lavadoras Bru; desde que los tranvías eléctricos sustituyeron a los tirados por mulas; y desde que los tranvías de mulas pusieron en marcha, allá por 1886, el primer transporte público sevillano.

1886-2009: dos fechas para la historia del transporte sevillano. Y una fecha, al menos una, que celebrar sin sombra de barbarie. Porque se peatonalizó, sí; pero mal. Se está poniendo fin a la vergüenza del solar de la Encarnación y la instalación "provisional" -como dice el rótulo- del mercado desde 1973; pero mal, tan malísimamente que uno de los más prestigiosos expertos mundiales -el historiador inglés de la arquitectura contemporánea William J. R. Curtis- ha dicho: "En una bonita plaza sevillana ha habido una horrible intervención de Jürgen Mayer en forma de hongos gigantes" que "destroza el espacio urbano y es una catástrofe". Se solucionó el histórico abandono de la Alameda, pero convirtiéndola en un bárbaro y cateto desierto "enlosetao"; se humanizaron y peatonalizaron las plazas de la Alfalfa y el Salvador, pero desfigurándolas.

La inauguración del Metro, salvedad hecha de retrasos, sobrecostes, imprevisiones y daños -a veces irreparables- causados a los comerciantes de República Argentina, es una buena noticia sin sombra de destrozo patrimonial o cateto mal entendimiento de la modernidad. Que beneficiará, ya desde esta primera fase, a miles de sevillanos haciendo eso que es el primer mandamiento de todo gobernante: facilitar la vida a los ciudadanos prestándoles los servicios que la Administración les debe.

Londres lo tiene desde 1863, Budapest -el primero electrificado del mundo- desde 1896, París desde 1900, Nueva York desde 1904 -aunque contaba con trenes elevados desde 1863-, Madrid desde 1919, Barcelona desde 1920, Valencia y Bilbao desde 1995. Las distancias que median entre Londres y Madrid, entre Madrid o Barcelona y Valencia y Bilbao, y entre éstas y Sevilla, establece jerarquías. Pero, en fin, repito que el de ayer fue un día sin sombra del que sólo cabe felicitarnos.

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