La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Michel Legrand en Sevilla, hoy, por fin. Diversas circunstancias nos impidieron traerlo a los Encuentros Internacionales de Música de Cine, que se cerraron con dos deudas pendientes: Legrand y Mancini. Todos los otros "dioses" de la música de cine, y cuando digo todos son todos, pasaron por los escenarios del Álvarez Quintero, primero, el Lope de Vega, después, y el Maestranza desde su inauguración. Pero por una u otra causa Mancini y Legrand nunca vinieron. Una deuda dura para alguien de una generación, la mía, que tanta felicidad les debe, para la que fueron compañeros de vida desde aquella fabulosa primera mitad de los años 60 en los que cada temporada explotaba -¡y con éxito popular!- un nuevo genio de la música de cine: en el 60 Bernstein con Los siete magníficos, en el 61 Mancini con Desayuno con diamantes y Delerue con Jules et Jim, en el 62 Jarre con Lawrence de Arabia, en el 63 Legrand con Los paraguas de Cherburgo, en el 64 Barry con Goldfinger, en el 65 Morricone con La muerte tenía un precio… Desde entonces sus músicas son parte de nosotros.
¿Saben cuándo oímos por primera vez en Sevilla a Michel Legrand? En junio del 65, cuando con dos años de retraso Los paraguas de Cherburgo se estrenó en el Pathé y todos tarereamos Je ne pourrai jamais vivre sans toi. A partir de entonces seguimos a Legrand por los cines de Sevilla: Las señoritas de Rochefort, El mensajero y Las 24 horas de Le Mans, en el Cervantes; Lola, La bahía de los ángeles y Une femme est une femme, en el Trajano; Eva y El caso de Thomas Crown en el Rialto; Verano del 42 en el Pathè; Piel de asno, en el Imperial; Con los ojos cerrados, en el Villasís; El otro lado de la medianoche, en el Llorens…
Así, cine a cine, película a película, se incrustaron en nuestras vidas algunas de las canciones más hermosas jamás compuestas -L'adieu, The windmills of your mind, La chanson de Maxence, La chanson D' Andy, What are you doing the rest of your life- y de las músicas mejor integradas en una película, provocando esa conmoción única que desde los títulos de crédito tienen las partituras pianísticas de La bahía de los ángeles o El mensajero. Un genio del cine, la chanson y el jazz visita hoy Sevilla. Gracias, monsieur Legrand, por haber aportado a nuestras vidas tanta y tan inteligente belleza, elegancia y emoción.
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