Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nuestro maravilloso Elon
LA medida de cuán dura e inesperada para el PSOE ha sido la derrota de Pedro Sánchez en el debate cara a cara con Alberto Núñez Feijóo la da la avalancha de ministros y cargos socialistas que han salido a intentar darle la vuelta al resultado en el postdebate, básicamente con el argumento de que el líder del PP mintió.
A esa avalancha se sumó ayer Pedro Sánchez (de nuevo en una comparecencia institucional pese a que la Junta Electoral le ha abierto expediente sancionador por usar su cargo de presidente del Gobierno para hacer campaña), quien retomó su discurso victimista de la ruta mediática –mentiras, manipulaciones y maldades– y acusó a su máximo oponente de recurrir en el cara a cara a una “sarta de mentiras” que él rechaza porque es un político “con principios”.
Cómo es posible que no hayamos reparado nunca en ello. Seguramente porque cuando en la primavera de 2018 declaró en este mismo periódico que no presentaría una moción de censura a Rajoy porque sólo prosperaría con los votos de los independentistas y eso nunca lo haría. En dos meses lo hizo.
O quizás porque prometió para ser elegido en 2019 que no indultaría a los insurrectos catalanes a los que consideraba reos de rebelión y no de sedición. Cuando necesitó sus votos para perdurar en el poder no sólo los indultó, sino que eliminó el delito de sedición y ahora pueden repetir una declaración unilateral de independencia sin que haya reproche penal.
Sin duda, fue porque le dijo a todos los españoles en un martilleo que jamás pactaría con Bildu. Y no sólo pactó, sino que blanqueó a ETA alargando hasta 1983, con Felipe González en el Gobierno, los efectos de la ley de Memoria Democrática.
El error es nuestro: sus principios le impedían mentirnos.
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